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Me pasa por hablar. Días atrás juzgaba de enrevesadas, en general, a las mujeres. Y hete aquí, que debo ampliar tal calificativo a muchos varones retorcidos, tipo Ingmar Bergman. Haberlos haylos, y abundantes. Yo mismo, posiblemente.

Continúan las sorpresas, pese a que selecciono y visiono films con la única intención de entretener el verano o amortiguar sus canículas desganantes que desgarran indolentemente las entrañas.

En este caso, me dejé llevar por una saudade y dos pálpitos: los agradables recuerdos de un viaje a la capital del fado (¡Ah, Marizza!), la eufónica agradable del título y la presencia de Jeremy Irons, que, aunque me resulta hierático -la última risa debió echarla allá por los años 60- suele escoger papeles de cierto nivel donde su seriedad de tumba encaja bien. Y efectivamente. No sólo no me defraudó, sino que me gustó y convenció. En la faceta de actor dramático, claro está. No descubro nada nuevo. Consigue darle hondura, salvando ciertos desbarres de dirección y montaje planteando situaciones y diálogos tan excesivamente rápidos y directos que restan realismo a las secuencias.

A mi parecer, esta película con valoración IMDB media, tirando a baja, en la que poca gente se fijaría luego de unos meses en cartelera y de la que nadie hablaría entusiasmos, quedando postulada para ser una más de los cientos de rollos fabricados en serie por la industria del cine, podría haber funcionado, a poco que guionista y director hubieran cuidado los pequeños detalles que otorgan realismo a los dramas.

Contiene muchos aciertos, además de la sólida interpretación del hombre de acero que honra al apellido. Aunque le cueste sonreír, en lo demás es sumamente expresivo, dado que todo su cuerpo respira tristura trascendente.

Pero diría que contagia de inframundo vital a los equipos directivos puesto que, en lo negativo a destacar del film, está la falta completa de tensión sexual en los diferentes partenaires del metraje. A dios gracias, una optometrista -Excelente actriz, MARTINA GEDECK- acierta a recuperar un resquicio de luz extrayéndola con paciencia de los ojos mortecinos. Una dioptría; no piensen que más… Está bien que la cosa vaya de sacrificios personales emocionales, de vidas truncadas o reprimidas por causas nobles circunstancias, complejos, distracciones, etc.. pero tanto, tanto… Recuerdo que, en nuestro combate personal contra el Franquismo, siempre sacábamos algún ratos libres de respiro y revolcón.

La trama engancha, con el aliciente de ser una narrativa no lineal, de esas que se agradecen porque te mantienen atento a la pantalla y que yo prefiero.

Además, recoge sucesos históricos portugueses de una manera creíble pese a ciertos diálogos de “revolución” socialdemócrata demasiado simplones. No obstante, y como pasa a menudo, el forzado cierre sentimental casi lo estropea todo al final. Es verdad que culminar las historias es de lo más difícil del cine y la ficción. Debes terminar sí o sí a la hora y media o dos horas de proyección y lograr que la llegada del The End fluya, no que se vea apresurado o chirríe, como es el caso. La exigencia y manía de los productores -contada días atrás- de tener que practicar el coito interruptus para asegurarse enganchar a los espectadores, aquí no tiene mayor sentido. Y sin embargo, se hace constantemente resultando narrativamente inverosímil. El diálogo fundamental es frustrante por no venir a cuento. Ustedes me dirán cuando visionen el film.

De no ser por eso, le hubiera dado tranquilamente un notable a la película. Lisboa está bien retratada (una ciudad recomendable a visitar fuera de temporada), así como los dilemas que plantea cualquier lucha contra dictaduras a quienes la resisten y se enfrentan a ellas.

Hay algún otro, digamos, que leve error o defectillo de tratamiento en la trama haciendo que las situaciones no encajen con la redondez debida, pero son menores y pueden pasar desapercibidas en el sopor de la siesta o las incomodidades del salón y habitaciones calientes que dificultan conciliar el sueño.

Añadidamente, la interpretación del segundo galán joven y guapo es floja. Sin ninguna duda, la peor de la cinta, junto con parte del elenco masculino secundario. Singularmente los policías secretas. Imagino que el presupuesto también habrá tenido que ver. En especial, también, varios de los aspectos propiamente técnicos, pero los omito, porque no distraen ni deslucen en demasía la puesta en escena.

Como les digo, puede gustarles. Según ven, la he salvado del infortunio de caer en el Leteo. La traigo a mi página web. El pequeño homenaje que hago a la seriedad de varias largas carreras cinematográficas que sin ser de mi predilección considero honestas: Jeremy Iron, Lena Olin, Chartlotte Rampling, Bruno Ganz… Insulso y exagerado el papel que le ofrecieron a Mélanie Laurent. Discreta… Sin química con sus partenaires.