
ERENDIRA, O LAS FRUTAS PROHIBIDAS

¿Qué hace que el cine de determinado momento sea creativo…? Mágico en este caso. ¿Son las épocas o son los autores que las viven y plasman?
Les traigo una joya inesperada encontrada en el desierto tórrido fílmico del agosto de 2024 plagado de basuraleza. Yermo.
El realismo mágico ciertamente supuso un hito literario histórico. Así pasará a los anales. Y lo hará, sobre todo, de la mano de un autor, Gabriel García Márquez, aunque tuviera coetáneos acompañándolo: Cortázar, Vargas Llosa y otros.
Para mí, lo curioso del asunto es que aquel autor, innovador cualificado de la novela, en realidad tuvo algo de plagiador. En concreto, de Borges.
Lo he comentado en algún otro sitio, al respecto de su magnífica obra “Cien años de soledad” que, no obstante, se me antoja copia o desarrollo del estilo de maestro argentino y de no recuerdo ahora qué película muy famosa rodada décadas atrás.
Pero claro, todos escribimos a hombros de gigantes. ¿Quién no es copista de alguien? Ver el libro “Anatomía de la Influencia” de Harold Bloom. Reseña prolija de las sugestiones e inspiraciones que consciente e inconscientemente recibimos todos al escribir y que creemos propias.
La película que comento hoy, Erendira, basada en una novela del citado, tiene algo de remedo obvio del Quijote. Con la peculiaridad de que una de las dos protagonistas principales es femenina. En concreto, cuenta con la presencia imponente de Irene Papas representándola.


Es conocido que el universo de García Márquez gira muchísimo alrededor de la mujer, como el de casi todos los varones en realidad. Igual que ellas danzan alrededor de los chicos. Hijo de su época, las tramas maman -nunca mejor dicho- de los prostíbulos, y no por casualidad.
Aparte de la ley natural, las sociedades humanas cristianas viven constreñidas en monogamias o en conductas sexuales tan regladas en torno al matrimonio que, por fuerza, cualquier persona o institución social que se salte esa norma, está destinada a ser inspiración de escritores y poetas, y a ser fuente de luz y rebeldía para los humanos heterodoxos en la Tierra, que haberlos haylos, y bastantes, por fortuna. La posibilidad de expresar las pulsiones naturales será un maná de libertad, de diversidad.
De hecho, hasta el nombre de la principal protagonista Erendira, -del hebreo “dios es mi juez” resuena a una especie de regreso a los orígenes, al útero materno. Tal y como si quisiera decir “hollar el Edén de la mujer”. En esta ocasión, de la prostituta joven, también magníficamente interpretada por actriz de corta edad, casi una chiquilla. Otro de los tabúes de estas sociedades criminales -como las denomino- desde la irrupción del patriarcado y la propiedad privada. He contado la problemática y discusiones culturales cíclicas alrededor de la virginidad, o más exactamente sobre la legitimidad natural o ilegitimidad de cortejar y hollar el florecer sexual de la mujer desde que se produce entre los 12 y los 16 años. Da tembleque referirse a ello. Pues llega envuelto en gasas de pureza inviolable salvo que se haga cumpliendo protocolos de excepción habilitadas ex profeso para beneficio de pudientes, generalmente.
Lógicamente, la carne joven está revestida siempre de un magnetismo y atracción intrínseca. Quien la obtenga de formas no aceptadas, inmediatamente será acusado de paidófilo y crucificado socialmente, siendo que ya me gustaría conocer al tarado que no sienta la pulsión de gozar de un cuerpo de 14 años. Júdguenme ustedes, nuevamente. Échenme piedras, pero no me resigno a pasar por este mundo sin al menos dejar testimonio escrito de que para mí, al menos, no supondría ningún descrédito o escándalo sentirlo y disfrutarlo.

Otra cosa es que, en términos de represión psicológica -bien estudiados- se renuncie a hacer crecer ese tipo de sentimientos o se opte por cortar tal clase de experiencias y estructuremos la personalidad edípica o “eléctrica”, porque más nos vale, socialmente hablando.
Quien no lo haga, correrá, además, riesgo de caer en episodios desestructurantes de todo tipo por mor del elevado precio que pagamos por la auto represión. Sufrirá desviaciones penadas con stress y somatizaciones, perversiones castigadas duramente y la repulsión absoluta de la comunidad. Será un condenado a la horca o el ostracismo, además de un candidato a adicciones culposas (pornografía, drogas legales e ilegales…)
Esta es la reflexión e interés que me suscita el film. Para mí, esas pulsiones llaman a indagar territorios fronterizos del conocimiento. Las bases y límites de la moralidad. La legitimidad o ilegitimidad de vulnerar determinados principios culturales temporales instalados falsamente como perpetuos y naturales.
Las considero fronteras en el sentido de que sus bordes controvertidos cuestionan la validez universal de lo virtuoso. Hasta lo justo y lo injusto tienen zonas oscuras, confusas, irracionales, impropias o coyunturales medidos en términos de siglos o milenios.
¿Qué es justo? ¿Qué sería injusto? En ese mundo cuántico donde naturaleza y norma pretenden ir juntas, las perspectivas, los enfoques son infinitos y decenas de opciones inmorales clásicas pugnan por dejar de serlo y ser reconocidas como normales o relativas. Léase, la homosexualidad, por ejemplo. Y, por tanto, las valoraciones y juicios de los comportamientos que sobre esas cuerdas sobre el vacío produzcamos, también serán infinitas y relativísimas.
Pero, no quiero desviarme. Estaba en que hay una época narrativa gloriosa de la que Borges, tiene bastante culpa, en el mejor de los sentidos. Es el verdadero creador, el nuevo Homero. El ciego capaz de ver en la oscuridad; capaz de inventar mundos en la oscuridad, orbes que ningún otro mortal puede concebir, salvo que esté aquejado o dotado de esa singularidad que, conforme estoy narrando, contiene paradojas. Las de los espacios-tiempo difusos que convierten las minusvalías en dones. ¿O acaso la ceguera de Borges, literariamente hablando, le supuso una merma? ¿Era una tara o fue un don excelso? No está aquí para responderlo, aunque seguramente lo habrá hecho en alguna de sus múltiples y fabulosas conferencias que recomiendo. Disponibles, por cierto, en You Tube.
Borges es, a mi modo de ver, y hasta donde yo sé, un precursor no sólo de amplitud temática y técnica narrativa, sino uno de los primeros grandes intelectuales teóricos de la literatura, de analistas históricos de los escritores. Un crítico literario, de primer orden; algo caprichoso e iconoclasta, desde luego. Antecesor de Harold Bloom o de cualquier otro Nabokov que hayamos tenido. Generalmente, antiguos profesores de literatura o bibliotecarios como era su caso.
Por centrarme ya en Erendira, aparte de ser un relato fiel e histórico de las sociedades sudamericanas -de la colombiana o boliviana en concreto- dibuja personajes absolutamente fabulosos. Tan fabulosos como reales, nuevamente. Los contrabandistas, el político, los indígenas, el fotógrafo, el estudiante… Cada uno de ellos, un planeta gigante de significados. Mundos particulares que una película no puede desarrollar con detalle, pero que permite intuirlos. El film es un brochazo mágico que saca a la luz la enorme dignidad de cada ser superviviente por muy minúsculo, escondido, oculto o reprimido que esté. De cada profesión y quehacer de la vida en las sociedades éstas, marchitas y monstruosas.
Esta película, al igual que las obras de la gran literatura, son -a mí entender- “Bestiarios”. El cine negro, las comedias, thrillers y Gores, etc.. comparecen a escena como actualizaciones de los cuantiosos bestiarios de siglos atrás. Esos seres fabulosos cuya psicología profunda y razón de ser contiene retazos de mitos, poderes, situaciones históricas y personalidades mágica. Desde las curanderas hasta los asesinos y vampiros o “séptimos pasajeros” deambulando por el polvo del desierto que es la tierra para determinadas clases sociales. Incluso el cosmos. Aquí, García Márquez dibuja una sociedad terrible de clases prácticamente sin otro vaso comunicante que los impulsos animales comunes: sexualidad, alimentación, supervivencia, dominio…
Pero estaba en que esta película contiene personajes remedados del Quijote. Barnices espureos que le delatan. El defecto de copista que siempre le encuentro a García Márquez. En concreto, la Madame que prostituye a su nieta tiene un delirio lúcido producido, también, por la sociedad criminal; por experiencias anteriores de su juventud, que el Quijote no tiene. Tal personaje expone con crudeza la crítica de clase de García Márquez al capitalismo y la acumulación. A la obsesión por los bienes que esta sociedad nos inyecta sin compasión. “Tanto tienes, tanto vales”, aparcando todo lo demás y pasando por encima de cualquier escrúpulo a fin de conseguirlo. Inclusive, y aquí está lo trágico del ser humano, adornándolo, racionalizándolo. Justificando que una abuela pueda prostituir a su nieta con la excusa de que al haber incendiado su casa y habiéndose quemado sus bienes y debe pagar con lo único que tiene: ¡El cuerpo sexuado! Metáfora binaria de la explotación animal depredadora, darwinista.
Me viene a la cabeza, también, la escena de glotonería de la abuela; a cuyos excesos, por otra parte, es inmune; aunque la tarta que le ofrezcan esté empozoñada.
He dejado para el final el análisis de Erendira, la nieta, que simboliza la inocencia que todas las sociedades criminales -como retrato en un ensayo- perpetran contra las nuevas generaciones. Esta protagonista, que recibiendo y acatando órdenes constantes de su progenitora encarna la modalidad de esclavitud más dañina y sutil que existe. La que, con mayor frecuencia de la deseada, ejercen los propios familiares sobre hijos o nietos.
Bien representada en películas como Padre Patrone de los hermanos Taviani, donde los principales capataces son los padres, las madres y parientes. Ellos pueden conseguir la sumisión emocional, imposible de eludir, de los descendientes. En Erendira, la protagonista repite constantemente:
—Sí, abuela; sí, abuela; sí abuela, a todos sus mandatos, incluido prostituirse hasta el agotamiento, para, supuestamente, devolverle la deuda que ha contraído con ella al quemar involuntariamente la hacienda y las posesiones logradas antaño por la vieja prostituta o artista, que también fue la ahora implacable y demente madame. La incapacidad de rebelarse a la autoridad paterna o materna.
