A los chicos nos cuesta entender las implicaciones que para la personalidad y la conducta de las mujeres tienen el sexo, los embarazos, la contracepción, la maternidad… También el status y roles de cada individuo frente a la sociedad. Los deseos y aspiraciones que “pueden tener” las personas; las ilusiones, el goce, el amor, los vínculos con el ser amado, las prohibiciones o salvoconductos, etc, etc… Todos esos aspectos consustanciales quedan condicionados por la estructura social y realmente el encuentro entre ambas partes, siempre comunicantes, es atroz. (Leer la obra de Robert K. Merton)
De ahí que, en vez de calificar al film y a la realidad de “comedia humana”, yo la califique de la trágica comedia humana. Y mantengo -optimista- lo de comedia, porque, a Dios gracias, el terror se combate mejor con humor; auténtico anticuerpo frente a los cánceres metastáticos del tenor que tratamos. Hay, sin embargo, algo en ellos al que, sin embargo, los humanos sabemos sacarle jugo, haciendo de tripa corazón. Hasta el punto de que nos hacen reír las consecuencias que se van arracimando trágicas. La impotencia humana las encuentra cómicas. ¿Es un mecanismo de defensa? ¿Una muestra de la inteligencia humana?
Bendita sea, pues, la paradoja. El humor que, junto con las creencias en otros “más allá” mejores y las fugaces experiencias placenteras mundanas, nos permiten crear el mito de que la tierra puede ser el cielo y que contiene “chistes”.
¡Sobrevivir esperanzados! Así sea durante el breve rato en que percibes la lógica, a veces, caprichosa, de los hechos luctuosos. O los momentos en que olvidas adrede lo que estás provocando. Te dejas engañar creando ficciones como las que inventan el escritor y el poeta; el periodista o el historiador; guionistas y directores de cine… La ilusión de que esto es el purgatorio más que el infierno.
Quizás sea así. Cada vez tengo más dudas. Por no confesarles, directamente, que descreo.