TEMPORADA CINEGÉTICA 2023. SIN PERDIZ NI LIEBRE.
Sociólogo por mi propia gracia -quería entender esta sociedad demente-, y para mi desgracia o poca ventura, más exactamente.
Voy a comenzar hablándoles de las camarillas de escuderos que arropan a los presidentes de los acotados. Directorios encabezados frecuentemente en tándem por personas residentes en el entorno con peso y arraigo social. Llámense alcalde con labrador adinerado, industrial cárnico, empresario del transporte, regente del hostal-restaurante local o, mismamente, policías o militares jubilados, guardas, etc. Un clásico.
El asunto es que con tantos partícipes residiendo fuera, rigen los acotados a voluntad. La disidencia de opinión que logre mayorías en las rutinarias y escasas asambleas es casi imposible. Ni siquiera ante la evidencia de tenerlo amenazado de extinción de especies. En nuestro caso, de perdices y liebres.
Tú pedirás el cierre para guardar madre y, si no salvarlo, al menos prolongar la agonía cinegética unos años más, y ellos opinarán que hay más patirrojas que nunca. Pedirás mantener zonas de reserva o excluidas de la media veda para permitirles criar tranquilas y evitar eventuales desmanes, y argumentarán que no procede porque todos respetamos las normas.
Arguyas lo que arguyas, los voceros apoyarán lo que esté en la mente del tándem dirigente. Sea lo que sea. Además, encontrarás que tienes enemigos que ni conoces. Entrarán a replicarte en el chat de cazadores como basiliscos. Y los serán simplemente por haberte visto cazar o tomar café con alguien con quien estén enemistados.
Viene esto a cuento de que he propuesto cerrar adelantadamente, luego de media docena de días pateando a conciencia el término de ocho mil hectáreas sin cobrar pieza ninguna en las seis extenuantes jornadas, y apenas ver ejemplares en los lugares querenciosos. Hasta el punto de haber disparado sólo tres tiros. Pues bien, al parecer, no he andado lo suficiente. Según los mentados, se ocultan en los girasoles, están donde nunca antes, etc… De poco sirve aludir que el perro no pilla rastros ni poniéndose de pie, y fue de recordar la sequía fue atroz entre marzo y junio y la tromba que una media tarde cayó a principios de Julio anegando con riadas campo y pueblos. Amén de que lo único que se ve son perdices viejas. Grupetos de tres o cuatro individuos de esos que ves levantarse a trescientos metros y cruzar la provincia. Tampoco sirve aducir que los cazadores somos de los mayores depredadores. Has de escuchar por boca del perito agrícola que las escopetas no diezman los predios. En fin, tengamos paciencia. Particularmente, hoy mediodía es el 6 de diciembre constitucional y cuelgo las botas por esta temporada.
Paso a resumirle los extraordinarios lances de las salidas. Les ruego que no se depriman como yo.
DESVEDA. 22-X-2023
El largo había avistado en mañanas previas un bando de quinces ejemplares en el abrevadero de Albocabe el pueblo judío abandonado, así que allá que nos fuimos al rayar el alba. Día estupendo. Prácticamente veraniego. Cuatro horas de brega continua sin atisbar otro rastro que el de un par de las astilladas que nos dieron esquinazo sin esfuerzo habida cuenta de que muchos girasoles estaban sin cortar por las lluvias tardías recientes. Mambo, a falta de rojas. liado con los corzos. Juraría que los hay más que perdices. Lamentablemente, Zara no está ya con nosotros falleció antes del verano. Le deseo goce de un paraíso de especies en el otro mundo. Bien ganado se lo tendría. Luego del almuerzo, optamos por revisar los aledaños de Aliud dado que siempre es querencioso de las fugitivas. Pese al cansancio, subimos hasta el Teodolito. En balde. Cerca ya de las dos de la tarde en los bajos de la ermita una liebre se arrancó trasera a José sin que este pudiera verla. A media cuesta pude encararla y tratar de aviarla con dos disparos antes de taparse, pero marré. Continuó su carrera. Posiblemente pinchada, porque, aunque algo lejos, le apunte bien. Puesto que alguna excusa tengo que encontrar al fallo, diré que, por el color que es igual, confundí los cartuchos. Creía que eran del 7 pero eran de octava.
La busqué con denuedo sin resultado. Dieron las tres y hubo que desistir. Al bar a por la Radler de rigor. Este año con la virgen dentro. Aisha ha vuelto, después de cinco años. Por lo visto, echaba de menos a los abueletes más en forma, guapos, cultos y caballerosos del condado. Disculpen la profusión de autoalabanzas. No la conocen, pero háganse a la idea de que es la mesonera de Aragón que canta la famosa jota. Estamos planeando el modo de frecuentarla. Tipo Sugar ddady, si hiciera falta. Disculpen la ensoñación de los sesentones. O, simplemente, disfrutar de su compañía invitándola a comer con alguna amiga de carabina. De lo contrario, su marido podría rajarnos, opina el largo, que lo conoce.
2ª Jornada. 29-X-2023
Cazamos Albocabe entero por ambos lados. Ni oírlas. Volvimos a por la liebre huida y tampoco. Hablamos de batir las fincas salpicadas de robles pero José prefería intentar dar con el bando de la llanura del molino de Buberos donde Paco e Inés, paseando, sacaron fotos a un surtida familia de patirrojas semanas atrás. Fue en balde. El largo, doblemente desmotivado por la ausencia de Zara, pidió pausa mucho antes de lo que acostumbra. Tampoco yo estaba para echar cohetes. Esas planicies esteparias con acequias monótonas, me apagan. Dejamos para mejor momento la aventura de subir a la sierra, aunque tengo el pálpito de que allí puede que sigan viviendo liebres y perdices montaraces como antaño. Buscamos consuelo en Aisha, la liebre tabernera, que acabó siendo lo mejor del día. Nos dio el placet a pasar un día de asueto juntos acompañada de una amiga y con la excusa de visitar el museo de Bretún. Falta que halle quien quiera venirse. De momento, son dos las que han rehusado.
3ª jornada. 1-XI-2023
Cacé sólo las Mamblas. Infructuosamente. Rien de rien. Incluso, conocedor de que no tienen guardería, entré casi un kilómetro por el lado del coto vecino de Villaseca tratando de moverlas hacia el nuestro en caso de que hayan criado en la vaguada de costumbre. No comparecieron. Huelga relatar cuatro horas aciagas de sube y baja con la esperanza incumplida en cada asomadero de verlas saltar. De existir tendrán que haberlo hecho desde el praderío alto y soleado, dado el estupendo otoño que llevamos. Tal que si fuera Manjón, revisé a conciencia las laderas de sesteo de las rubias. Recordé el lance poetizado con aquella bailarina fugaz abatida diestramente cuando el rodaje con la Televisión. Me quedó el consuelo de tener tiempo para sacar las sempiternas fotos a estos parajes con Cardejón al fondo. Me aprovisioné de una refrescante Radler en la cantina, al tiempo que sembrando la suerte de obtener recompensa, regalé un libro dedicado a Aisha. Tiré de recursos literarios. Escribí: “En los ojos jóvenes arde la llama. En los mayores brilla la luz”.
4ª Jornada. 12-XI-2023
Opté por darme una vuelta por las lomas anexas al Rituerto por aquello de que, quizás, se decidieran a criar en estos rincones a la vista de las calorinas primaverales. No parece que lo hayan hecho. Corzos y más corzos para darme trabajo con mambo un perro que con la edad se está volviendo obstinado. Ya no hace caso ni a los pitidos o vibraciones de aviso obligándome a propinarle una leve descarga. El terreno enfangado pegado a las botas cansó de por más mis piernas. La rodilla izquierda acusa la falta de medio menisco. Cojeo de forma ostensible y verme franquear los desniveles de modo calamitoso ha de ser todo un poema. No tardé en presentarme en el bar con el segundo libro dedicado a Aisha. En este caso, relatos eróticos bien acogidos. Sin embargo, algo no marcha. A falta de carabina, recula entreviendo la mala intención que debo traslucir. No habrá lugar al revolcón imaginado. Ya saben el dicho: “De ilusiones también se vive”. No nos crean tan ilusos. Únicamente jugamos. El placer reservado a niños y jubilados.
5ª Jornada. 3-XII-2023
Tanta mi hambre que decidí ir el domingo día 3 de Diciembre. Llegué por la mañana con viaje directo desde mi casa en Vizcaya. Estaban previstas nieblas, así que no me di prisa. Tuve ocasión de tomarme un café en el Cosin dando tiempo a que levantara. Cacé sólo nuevamente. Esta vez en los altos de La Mata. Dejé el coche en la curva de siempre y partí entre jirones de molesta niebla con continuos calientes de Mambo que atribuí a Corzos cercanos. Crucé los pinares y alcancé casi la carretera de Ledesma retornando por el borde del coto hasta el mismo farallón sin nada reseñable. Me dediqué a sacar fotos y más fotos puesto que el azul magnífico predisponía los enfoques. A falta de 100 metros para cumbrear, inesperadamente se levantan largas cuatro o cinco. Imaginen la alegría. En mi cabeza se hizo sitio un pensamiento: — Son viejas, pero tendré una oportunidad. Segundo vuelo igual de largas adentrándose en lo espeso de los quejigos. Persevero y vuelvo a sentirlas alzarse entre el arbolado ya ladera abajo en dirección al coche. El paisaje del campo de Gómara desde lo alto compensa siempre el esfuerzo del ascenso. Más en esta ocasión persiguiendo a las esquivas y poderosas rojas. Desciendo y veo a la que supongo hace de vigilante sobrevolar el coche y cruzar la carretera a trescientos metros intentando distraerme para que la siga. No caigo en el ardid. Me dirijo a su probable punto de partida en busca de las restantes. Bajo tan sin aliento que desperdicio la única oportunidad que van a brindarme. Tres o cuatro alzan el vuelo estrepitosamente a menos de 25 metros confundiéndome que lo han en medio de árboles y densos matorrales. Me pasman y no les disparo. Cogen el mismo camino al bosque infinito que su predecesora. Caigo en la cuenta de las consecuencias. — Ahora, será casi imposible dar con ellas y más aún ponerlas a tiro. No obstante, lo intento y logro dar con su careo. Mambo enloquece detrás de una familia de corzos y levanta dos privándome de nuevas opciones. Regresan por donde han venido y yo tras ellas. Una brega de media hora por los altos aledaños resultará infructuosa. Son las tres de la tarde y desfallezco. Tiro la toalla. El viaje de vuelta que inmediatamente comienzo transcurrirá rumiando los fugaces lances. Los digiero comiendo sobre la marcha. Quiero llegar al hogar antes de que anochezca. Es lo que estoy haciendo este año. No me apetece quedarme en el desangelado Almenar. Además, duermo más tranquilo en casa.
6ª Jornada. 6-XII-2023
Repetí el ritual de desplazarme sin prisa de mañana porque persisten las nieblas y regresé a por las cinco o seis del alto de la mata. Llegué a las once con la niebla recién despejada y cacé solo nuevamente. El largo debe tener quehaceres en la capital. No ha contestado a mis whatsapps. Acierta no viniendo puesto que es andar media provincia para nada. Ni rastro, pese a trabajar fincas y laderas palmo a palmo a un lado y otro de la carretera. Incluso liebreo el quejigar. En balde. Es la una del mediodía. Para almorzar y dar el último meneo cinegético, decido bajarme al abrevadero de las ovejas. En la cabeza sigue la idea de que cual sucede siempre en este exangüe coto, tendré al menos una oportunidad. Me recuerdo a mí mismo el mantra de no apresurarme cuando suceda. Cogerme la pausa de apuntar bien y adelantar. Reparo en lo seco que se muestra el monte a pesar de las lluvias recientes. Parece estar diciéndome que aquí no encontraré especie alguna. Mambo muestra un caliente que atribuyo a los corzos que oteo huyendo en la lejanía. En esos pensamientos estoy, medio amodorrado por la ingesta y el cansancio cuando subiendo a la escombrerilla querenciosa se levanta una pareja. La posición de pendiente y el cansancio no me permiten encararlas en el breve lapso de taparse en el viso. Vuelvo a maldecir no aprovechar la ocasión brindada. Han saltado a escasos 15 metros. De haber sido al punto de la mañana hubiera tenido arrestos y reflejos. Ahora, carezco de ellos y encima iba descreído de que hubiera nada. Gasto una hora larga en revisar a conciencia las asomaderas. Me parece vislumbrar el espejeo de una de ellas surcando los cielos allende la carretera. Sin fuerzas, pero obstinado, cavilo el lugar posible de aterrizaje y franqueo el paso. En balde. Ni rastro de ambas. Las rodillas se plantan. Me duele doblarlas. Tomo la decisión de parar. Concluyo. No merece la pena continuar estas matadas. No hay perdiz ni liebre. Se acabó por este año, que amenaza ser de los últimos. Lo dicen mis extremidades. Lo dice mi corazón, aunque esta temporada se está portando. Hasta el momento no se ha quejado. El reloj de entrenamiento y supervisión que llevo, indica que palpita sinusal entre 100 y 140. ¡Perfecto!
Propongo en el chat cerrar el coto avisando del peligro de quedarnos sin perdices ni liebres. Contestan ufanos que hay suficientes perdices. Más que el año pasado. Debí replicar que tampoco es difícil que las haya puesto que, precisamente, cerramos en Navidades por falta de ellas. Pero no voy a discutir. He respondido irónicamente que debe ser que ellos o yo estamos cazando en otro término sin saberlo.