
Doctor Zhivago, la película rodada en la España aún pacata de mediados de los 60, y que fue un hito para la historia del cine y para la provincia de Soria que “le prestó” los parajes de pinares, nieve, y gélidas estepas.

No nos fijaremos aquí en la vertiente histórica y romántica plasmada en el film, porque para los adolescentes que tuvimos la suerte de poder contemplarla supuso algo mucho más emocional y carnal que la simple visión de los horrores de cinco años de guerra civil asolando Rusia inmediatamente después de la revolución de 1917. Aun siendo de los pocos metrajes de corte histórico que se brindaron a todos los públicos por mor de que los malos eran los comunistas.
Gracias a ello, nuestras evocaciones románticas de primera juventud se vieron colmadas por la presencia de una actriz de 25 años cuya figura y semblante encarnaban eso que, difusa pero sentidamente, percibimos los varones como pura feminidad. Sensación esponjosa y dulce -melancólica en este caso- con encarnaduras armoniosas de mujer. Julie Christie en el papel de Larisa, la protagonista seducida con artes de opulencia aristocrática por el villano abogado filo-zarista, y entregada como esposa a un bisoño miliciano menchevique.




Igualmente, las espectadoras mujeres vieron a Omar Sharif en la plenitud física. Un Omar atractivo y expresivo, cuyos ojos y piel bruna hablan y excitan. Lo mismo que la carne de ella, labios engrosados, ojos azules, cabello rubio y cutis perlado. Ambos, excelentemente dotados, además, de la calidad dramática precisa.
La época dorada de Hollywood derrochando actrices y actores de gran nivel. Charlton Heston, Sofía Loren, Gregory Peck, etc, etc… Más allá de estas resonancias, la película de David Lean basada en la novela de Boris Pasternak, tuvo el mérito extra de engarzar de una manera natural las atrocidades de las contiendas con las turbulentas relaciones amorosas que producen.


Menos conocida, es la singular relación pseudo filial que caracterizó a Stalin y Boris Pasternak. Por razones que desconozco, era el escritor favorito del sátrapa, pese a lo políticamente incorrecto para el régimen que eran sus novelas y pensamiento. Stalin lo libró siempre de confinarlo en Siberia o eliminarlo. Lo mantuvo apadrinado, de literato mimado.
Los sucesos de la historia son caprichosos rompiendo a menudo la previsibilidad en determinadas circunstancias o dimensiones. Una de las cuales es la belleza. Cuando observas las fotos del novelista; la apostura y el brillo, te preguntas en qué grado lo apolíneo puede afectar y alterar las decisiones de tiranos de cuya cabeza dependes, Según por dónde les dé el aire, cómo te perciban, etc.. Sea como fuere, Boris Pasternak pudo seguir escribiendo merced a que Stalin no bajó el dedo del César contra él.

Metiéndonos ya en la trama, el tema de fondo son los triángulos sentimentales típicos. Cómo se puede querer a dos mujeres a la vez y esos trasuntos… Triángulos, tan viejos como los de Pitágoras. Y por descontado que otra de las cuestiones centrales que se nos ofrecen es la lectura humanista, también eterna, de los dramas humanos causados por las conflagraciones.
No entraré a comentar estos aspectos porque, pese a lo reiterado de los mismos, es muy conocida la brutalidad que ejercen sobre personas, familias y territorios. Catástrofes muy por encima de las generadas normalmente por la naturaleza. Voy a fijarme exclusivamente en el engañado Menchevique, que pasa de ingenuo a frio calculador, y en el práctico abogado; o sea, en el bueno y en el malvado, perfilados como personajes principales.



El revolucionario es el novio idealista, un profesor de apenas 25 o 30 años, que reparte octavillas contra las injusticias del régimen zarista, contra la frivolidad de las existencias burguesas. Su novia es Lara, una joven de 18 o 20 años, fascinada por los boatos de esas vidas ampulosas a las que tiene acceso indirecto gracias a los amoríos de su madre -modista- con el susodicho arribista, consejero gubernamental. Progenitora que será rápidamente sustituida nada más ojear a la palpitante Larisa a quien mancilla descubriéndola en sus debilidades y apetitos carnales y sociales.
Lean nos ofrece como pérfido a este personaje, y opone la bondad del doctor Zhivago, Omar Sharif-. Un doctor poeta, de vida regida por valores, austera y familiar… que también queda seducido por la belleza y personalidad enigmática de Lara.

Todo el film va a oponer la hombría del doctor, con la mundanidad del consejero, mostrándose además el cambio del joven revolucionario que, luego de la revolución del 17, pasa a ser un dirigente implacable con quienes reprimieron a los obreros y con quienes representan a los que ultrajaron a su prometida.


La cuestión íntima que me suscita la cinta es la siguiente, Mental y racionalmente puedo ponerme en la piel de Zhivago y de Lara, devenida en enfermera por la atroz contienda, cuya sin razón y desolación acaba uniéndolos sentimentalmente. Puedo entenderlos a ambos, pero en contra de lo que opinan quienes vieron la película conmigo, el personaje que veo más real es el del taimado asesor, y me pregunto, quien de nosotros no haría lo mismo. No ya solo en lo que se refiere a aprovechar los disfrutes de la vida. Fiestas, recursos, etc.. sino en el impulso irrefrenable que siente de conquistar a la preciosa doncella que tiene delante ofreciéndosele cual un caramelo sabroso que anhela la boca que se la coma.


Mención especial merece la actuación de Julie Christie, cuyas apariciones en escena, en cuantos filmes intervino, resultaban excitantes. Recordemos que algo tiene la belleza que encandila. Me viene a la cabeza el refrán “algo tendrá el agua cuando todos la bendicen”. Películas con trabajos interpretativos suyos encomiables: Fahrenheit 451 (1966), Lejos del mundanal ruído (1967), Petulia (1968)…
Es de esas actrices cuya presencia imanta los ojos de los espectadores. Tipo, por supuesto, a las sempiternas de Sofía Loren, Marilyn Monroe y tantas y tantas. O, más recientemente, Charlize Theron, Jennifer Lawrence, Keira Knight, en “Orgullo y Prejuicio”, etc.. También Romy Schneider, Eva Mendes, Ana Claudia Talancon o cualquiera de las mujeres que Vds. hallarán reseñadas en esta página web.
A nuestros 20 años su belleza era cautivadora. Salíamos del cine con las retinas llenas. Nos sucedía a menudo. Liv Ullman, Claudia Cardinale, Jennifer Zeta Jones, Robin Wright, la princesa prometida, o Mónica Bellucci en Malena…
Todas cuantas muestren esa brevísima edad del florecimiento corporal propiciador de arrastrar tras sí las voluntades de los varones más contenidos o fríos. Lo que no sucede a partir de los 60 años, desde luego, y que envida a plantear otra pregunta: ¿Los actores masculinos generan el mismo deseo sexual? Creo que muy parecido, por lo que escucho y la lógica sugiere.

Aquí es donde respondo, taxativamente, que yo haría lo mismo. Sería igual de pérfido. Trataría de seducirla valiéndome de las mismas artes y con idéntica intención morbosa. Si acaso, un punto más poética o caballerescamente, pero jamás calificaría de monstruosos los actos del consejero, magnéticamente atraídos por la violencia de la carne inmaculada de Lara. Al menos, conforme a la situación ambigua que expone la cinta, en la que el consentimiento es, si no explícito, tácito. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Oféndanse si quieren, lectores y lectoras…
Así pues, estamos delante de tres hombres que cortejan tal que perros hambrientos y en celo a una doncella, similarmente receptiva. El marido, el médico y amante, y el juriconsulto.
La masculinidad natural de los tres varones es de las mayores virtudes que hallo en el film. Resultan verosímiles. Sobre todo, el atribulado marido revolucionario y el persistente consejero. Encuentro un punto menos creíble “el almíbar” del galeno.


A la hora de concluir, cito la magnífica fotografía. Y, por supuesto, la banda sonora que ha pasado a la historia del cine, los paisajes invernales bellísimos sorianos, la calidad del cinemascope y el tratamiento político -serio para lo que acostumbra Hollywood- que da el director y que hace que, pese a los 60 años transcurridos, la película pueda seguir viéndose repetidamente, sin que acabe de cansar.


¿Dónde están los principales méritos? Sin ninguna duda en las identificaciones que establecemos con personajes de rostro angelical que sufren estas tensiones emocionales y situaciones trágicas.
Para que Vds. disfruten, traigo a la web las escenas o diálogos que más me motivan. Cada cuadro, cada fotograma, es un óleo. Pero destacaría la primavera en Varikino, los Urales nevados, la conversación en el tren, la escena de los partisanos regresando derrotados, la ansiedad de Zhivago por encontrarla y la del asesor -sólidamente interpretado; la aceptación de la fatalidad de Larisa, los patanes comisarios -aún entendiéndolos- ocupando la casa burguesa en Moscú… Y por encima de todo, el vestido rojo absolutamente sexy de Julie en la fiesta.

En fin, véanla.
Admiren las salvajes pulsiones de libertad que provoca el amor. La atracción cuando golpea la razón.
“Todas hieren pero sólo una mata”
