Comienzo reconociendo la labor social de las reflexiones filosóficas cuando son honestas y tienen detrás esfuerzos y un mínimo de argumentos o chispazos de luz que las sostienen, a condición, claro, de que no se salgan de considerarlas fecundas hipótesis de trabajo, o admitan el carácter de lícita especulación o creencia de las mismas. Y no tendría por qué dudar de la intención de los divulgadores, pero hay osados e iluminados por doquier… No obstante, ya conocen mi máxima cuando opino de temas sujetos a controversia por indemostrables: “Lo cortés no quita lo valiente.
Esta es mi aportación de hoy.
La cantidad de supuestos eruditos de lo mistérico y salvífico existentes en You tube y Apps compartiendo a troche y moche podcast especulativos trascendentes, cuando no impartiendo doctrina sobre la conexión del mundo con lo inefable divino, llámense teólogos, gurús, maestros espirituales , etc.. es una muestra más de cómo la figura social del medio chaman, medio científico y medio profeta (tres en uno) renacerá en cada generación mientras existan incertidumbres, azares, enfermedad, muerte y misterios. El caldo de cultivo de las jóvenes audiencias, sin gran experiencia aún de vida, lo permite y se lo pone a huevo.
Y lo hará por mucho que esa clase de observancias fueran rebatidas con bastante éxito hace más de 2500 años. Véase el mismo Platón desmontando en su obra “El Banquete” y otras, la creencia de que las palabras eran una fiel representación de la realidad que denotaban. Parecido hacían y hacen los cabalistas y pitagóricos creyendo a pies juntillas que los números o la forma misma del grafo de cada las letra tienen un significado espiritual y están conectadas con la máxima sustancia creadora o las divinidades, que, no dudan, existen.
El mismo yoga toma del simple acto de respirar justificación para aplicarse a perfeccionar los intercambios de oxigeno y anhídrido carbónico con el aire, como modo de alcanzar el nirvana, la fusión con lo que quiera que sea el numen primigenio cósmico, con la unidad que rige el universo completo, según ellos.
Las tentativas de hallar explicación a lo desconocido siempre encuentran asideros retóricos que vender con gran aceptación a cada nueva camada de humanos.
Solemos pasar por alto que, durante siglos, todas las escuelas filosóficas espirituales y religiosas abordaron tales asuntos con finura microscópica de honduras disquisitorias impensables, hasta llegar a aburrirnos el bachiller entero. Nircea, Trento, Tomás Aquino, Agustín de Hipona, Leibniz, etc, etc..
Diseccionaron al milímetro el tema y problema del dualismo materia/ espíritu. Produjeron un sinfín de sesudos concilios, cismas y guerras cruentas. Por descontado, que muchas de aquellas elucubraciones tenían enjundia, pero otras estaban repletas de contradicciones e intereses mundanos que no resistirían un asalto a cualquier análisis efectuado con rigores lógicos del tipo ya usado por los filósofos griegos. Y pasa lo mismo con bastantes de las actuales recidivas. De ese tenor.
Son liturgias huecas. Palabrería bien sonante y musical, tal que la poesía, con parecido efecto embriagador en los crédulos de buen corazón.
La defensa que los sofistas y mercaderes de sinfonías de palabras emplean hoy es que la lógica no es capaz de explicar lo que la intuición conoce de golpe. Lástima que la cuántica haya acudido a ayudarles. No estoy sosteniendo que lo que establecen las reglas de la lógica clásica sean un requisito obligatorio para dar cuenta exclusiva de todo lo real, pero sí que vacuna contra insolencias e imposturas pseudo válidas envueltas en galimatías. La mejor definición de lo real que conozco es: “Al igual que un autobús te arrollará si te pones delante, hay evidencias a las que no es cabal oponerse.
Podemos descreer que parte de las banderas que levanta orgullosa la ciencia sean solo eso, autobombo que el tiempo se encarga de desmentir. Pero haremos mal echándonos en los brazos de tarotistas marselleses por el afán de tranquilizar angustias existenciales o ambiciones de dar con la verdad absoluta. Algo imposible y, quizás, ni siquiera deseable por cuanto que se asemejaría mucho al estado inerte. Permítaseme aquí, la chanza. Cual un sofista prestidigitador, me agarraré ahora a un rasgo cuasi cabalístico. La propia connotación de la expresión Marsella advierte de que sería peligroso hacerlo.
¿Quiere todo esto decir que únicamente la matemática o la física y la química podrán dar razón de los misterios y desentrañarlos? No pondría la mano en el fuego, pero menos en las prácticas esotéricas que proliferan como flautistas de Hamelin.
Aceptando el teorema de Thomas “Si los individuos definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias”, el misterio del paso de la materia a lo intangible del pensamiento -igualmente real-, sigue vigente. El chispazo que desvela posibilidades existenciales diferentes, universos paralelos o multiversos, continúa más en manos de Morfeo que de la vigilia. Y para complicarlo todo aun mas, ha llegado un huésped inesperado llamado IA.
Esa sí que dará lugar a nuevos profetas. Advirtiendo del apocalipsis, unos, y de la necesidad de retornar a Arcadia, otros. Yo me encuentro entre los últimos. Y me tranquiliza saber que hay un lugar de certidumbre total donde reposar de estos trajines que, aunque ociosos y baldíos, no logramos desprendernos de ellos ocupándonos y pre-ocupándonos perpetuamente.
¿Somos culpables de la obsesión de orden y verdad, o existe un dios o dioses jugando a los bolos con nosotros? Una de mis muletillas preferidas es la sentencia dadaísta que asevera: “Si cada quién dice lo contrario es porque tiene razón”
Entretanto descubrimos los entuertos, la tengo muy en cuenta y rezo -discúlpenme la debilidad- porque no me falte la inspiración de transcribir ideas, así sean peregrinas. ¡Verdadera magia!
Pensar en ello, me ha traído al magín a los magos. ¿Si ellos son capaces de crear ilusiones, ¿de qué fakes no serán diestros los charlatanes armados de IA?
¿Recuerdan Vds. a los feriantes?
—“Ni 100 ni 50; ni veinticinco, ni diez ni cinco…La porcelana será suya por el increíble precio de 1 euro. Y a más, más, le regalamos otras diez. No pierdan esta oportunidad única, señoras y señores. Hoy he perdido la cabeza”
El muchacho crecido que ya era yo, permanecía asombrado y embelesado ante la barraca. Un extraño placer me recorría de arriba abajo ante el prodigio. Estaba estupefacto. ¿Cómo podía ser que ganara dinero así? Década y pico después el sociólogo Goffman lo descubrió y describió en un ensayo.
¡Pues eso! Gocemos contemplando lo imposible. Escuchando bellas y sugerentes historias para adultos. ¿O son cuentos?