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Proverbio: “LOS HUMANOS PLANEAN, BAAL SE RÍE”

Siguiendo adelante con el libro “50+1 AMBROSÍAS DEL VIUDO”, comienzo el relato de las parejas extraordinarias de Hollywood con sendas confesiones íntimas.

La primera y menos importante, además de bien conocida por quienes me leen, es mi adicción a contemplar la belleza. Pensándolo estrictamente soy un voyeur. Cierto que, de momento, solo en plan estético, pero no descarto andar ese tramo también, conforme cumpla años. Mejor que lo sepan ya. Sobre todo, si les descubro que, añadidamente, me declaro erotómano. Allá, quienes no lo sean. Hagan con su vida lo que les plazca dentro de un orden. No soy dado a excentricidades. Me basta y sobra la normal. Ventajas de ser anormal, y conformista con la imaginación y sensitividad que poseo. Supongo que con esos dones singulares, compenso los estrambotismos que no practico.

Estaba en abordar el peliagudo asunto de la monogamia que trae de calle a los humanos desde que cambiaron del matriarcado al patriarcado, si no es que la pulsión de posesividad viene de mucho antes, como creo y veo en numerosos animales.

A efectos del análisis de hoy baste decir que es antinatural, y el precio a pagar por la imbecilidad humana de creerse dioses capaces de cambiar las reglas de la naturaleza.

Al menos, aquellos idiotas fanáticos que se lo creen de verdad. Las elites saben perfectamente que venden e imponen patrañas que ellos se saltan. Consejos vendo y para mí no tengo. Por fortuna, ni siquiera ellos pueden evitar que la plebe “padezca” los mismos raptos hormonales que saltan puertas y ventanas. A menudo, por las noches. ”Quien lo probó, lo sabe”. Uno de mis adaggios favoritos. Y el que no, haría bien en darse prisa.

Voy a ver si centro los tiros del artículo.

La segunda confesión constata la ingenuidad y osadía de la juventud, cuando juzgábamos poco menos que de equivocados, de escaso gusto o conformistas a nuestros progenitores al oirles narrar maravillas de la belleza de actrices como Joan Crawford, Marlene Dietrich, etc..  siendo que los adolescentes creciditos que ya éramos, las veíamos feas y decrépitas.

Costaba entender que el apuesto Logan -Sterlin Hayden- volviera a buscar a Vienna, la marimacho y lunática tabernera -Joan Crawford-, descompuesta como estaba en la vida real y reflejaban las imágenes… O que, Mercedes Mac Cambridge, jefa de los pistoleros, hubiera sido alguna vez, no digo ya hermosa, sino mujer, siquiera. Incluso que “al imberbe graduado” -Dustin Hoffman-pudiera ponerle” la cincuentona de Anne Bancroft… 

He de matizar, no obstante, que amigos de mi adolescencia se pirraban por vecinas casadas de esa edad, físicamente de lo más normales. Caprichos tiene la sed. Asunto diferente hubiera sido con Laura Antonelli. 

Verlos y sobre todo, verlas con 30 años resolvía el enigma. Pabellones auriculares a un lado, fueron bellezones. Debí haberlo supuesto. Vean si no…

 Tamaños juicios apresurados indicaban que aun nos faltaba vivir dos experiencias fundamentales:

1) la belleza es el dulce pájaro de juventud que en apenas tres décadas pierde alas y brillo.

2) La calidad sexual mejora cuando se acompaña de hondura sentimental y eso raramente ocurre antes de los cuarenta.

Si bien es verdad, que es otra libélula efímera que raramente sobrevive a Los setenta. Salvo para el fanfarrón Sánchez Dragó -motivos tenía-.

Claro está que jugar en frontones nuevos ayuda al bote de las pelotas y las vivifica. Tanto, que retomar la afición y prolongarla más allá de lo razonable es un juego peligroso; a menudo, fatal. Y aunque los entreactos de placer nunca son bastantes -en este valle de lágrimas-, puede uno retirarse a cuarteles de invierno “voyeurista” con la satisfacción del placer cumplido. Es lo que, a falta de hembra fija, hace mayormente el viudo.

Ahondaré algo más en la, ahora, de moda “monogamia sucesiva”. Sin prejuicio de que puede suponer auténticos dramas para la parte sufriente de las rupturas (léase hijos y dejados-as), parece ser una solución aceptable, a la vista de lo extendido en las sociedades occidentales actuales. Las orientales y/o islámicas son tema cuasi extra planetario cuyo desquiciamiento, a buen seguro, merecerá siglos venideros de investigaciones. Allí las tragedias serán “sarracinas” en lugar de griegas. 

Aparte de que los desencuentros matrimoniales son inevitables. Y, posiblemente, sean preferible separaciones que convivencias decepcionantes, conflictivas o depresivas. Incluso pensando en el mal ejemplo que se muestra a las descendencia. Solo se vive una vez. Y en flor , seis décadas a lo sumo, y con suerte.

En el fondo, si se fijan, es un retorno a las prehistorias sociales animales que les comentaba al principio. Cópulas libres de la atadura sacramental, dando desahogo a los deseos que buscan y gozan de la variedad o los brotes verdes, amén de que el deseo es un viajero incansable y de gustos volubles.

Todo esta letanía venía cuento de las historias reales protagonizadas por actores y actrices fuera de la pantalla, émulos de los personajes interpretados, que no por casualidad, fueron en bastantes casos plasmados por novelistas o guionistas reflejando sucedidos cotidianos. ¡Cuántos diarios y memorias los han revelado, muertos ya los protagonistas!

¿Recuerdan “Los Puentes de Madison”?

¿El epistolario entre Machado y Pilar Valderrama, o sea, la Guiomar de las apasionadas y postreras cartas del poeta?

 

 

“De mar a mar,  entre los dos, la guerra”

 

 

¡Cuántos secretos escondidos tras los ojos callados! La ayudante suicidada de Juan Ramón Jiménez… La correspondencia entre Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán… ¿Hay alguna existencia que no haya sentido zozobras tales?

¡Pues, sorpréndanse! Lo cuento en alguno de mis libros. De las mayores intrigas de mi ultima década, está la de escuchar de separados y separadas, luego de diez, quince o veinte años de matrimonio, la duda de no saber si han estado enamorados.

¿Pueden creérselo?

La primera vez que lo escuché no le di crédito. Pensé. “Hablar por hablar”.

Con el tiempo, empiezo a comprobar que proliferan. Y revelan frustraciones personales intensas. Vidas con ansias truncadas durante años. Igual de verdaderas que las que se derivan de las elecciones trágicas, caso de Laureen Bacall, viuda temprana de Humprey Bogart; o las producidas por  despechos, cuyas consecuencias tardan en manifestarse: Alain Delon a  Romy Schneider (cómo se puede querer a dos mujeres a la vez y no estar loco –que canta el Cigala).

O de las omisiones que llevaron al alcoholismo y la demencia a Joan Crawfod sempiterna enamorada de  Gable. Dramas diarios que las películas recogen constantemente: ESPLENDOR EN LA HIERBA, LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, POSSESSED, JHONNY GUITAR, PROPIEDAD PRIVADA, ETC, ETC..

Según ven, podríamos calificar a las complejas relaciones afectivas humanas de “CINE CLÁSICO”. Pero de todas estas variantes hablaré en otro capítulo.

l orejotasHoy, prefiero mostrarles el esplendor de Whitmann. Rememoren:

 

Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.

 

 

Las hermosuras inhumanas que la generación de 1955 hubiera tachado de inexistente de no ser por las fotografías o films antiguos recuperados que he enseñado. La belleza sin par, por exclusiva, de Laureen Bacall o la luminosa de Loretta Young.  El embeleso de Joan Crawford cuando enamoró al orejotas Clark Gable. Bien es verdad, que después asistimos a otros esplendores nuevos o que se mantuvieron “vivos” más tiempo: Vivien Leigh, Brigitte Bardot, Ava Gardner, Sofía Loren, Laura Antonelli, Romy Schneider, Natalie Wood, y las diez musas posteriores traídas a esta página (serán 50 + 1 cuando concluya el libro). Tengo para mí, que la mujer florece de quince a cuarenta y el varón de veinte a cincuenta.

La madurez apolínea de los galanes de entonces, hoy  infrecuentes: Gregory Peck, Charlton Heston, Paul Newman, Marlon Brando, Gary Cooper, Robert Redford, Alain Delon… 

Les oigo pedirme parejas más actuales, y les complaceré, llamándoles la atención para que procuren practicarlo como ellos, que los besos y el roce de las escenas de cama, hacen cariños insospechados. Ahí lo dejo…

Los Dioses nos hicieron a imagen y semejanza suya para que nos juntáramos contentos y pobláramos la Tierra de infantes con vidas felices… Yo lo hice al 50% o más, e intento seguir honrándoles…

¡Con su permiso!

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