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En la obra y diálogos de “Il Casanova”, estrenada en 1976, Fellini alcanza alturas Shakesperianas. La adaptación libre que hace de las memorias del afamado italiano es asombrosa.

Además, no hallo adjetivos capaces de recoger con fidelidad el derroche de imaginación escénica de este film. Prefiero recurrir a opiniones de los espectadores que la han juzgado. Tomo de Kino Chi, una espectadora, su calificación de la película:

“Elegante, con luz atravesando los infiernos de la divinidad de la carne”.

Mejor no se puede decir con tan pocas palabras.

Maravillan la riqueza de los símbolos empleados y lo preciso de los diálogos, estupendamente traducidos. Son de una profundidad absolutamente inusual. Denotan un conocimiento de las psicologías de mujer y varón llevados a límites cercanos a la sabiduría. El resultado: una magnífica creación cinematográfica.

El tiempo no le hace mella porque las verdades humanas son atemporales. Por añadidura, Fellini consiguió encontrar al actor perfecto para representar al Casanova que llevaba dentro. Inesperadamente, el joven Sutherland resulta ser el alter ego de Fellini. Si observan con atención descubrirán que comparten rasgos faciales parecidos. A diferencia del peso, naturalmente. (Lean a este respecto mi artículo e investigación sobre las elecciones inconscientes)

Creo que ese actor, posiblemente, nunca alcanzará los niveles de perfección dramática de que hizo gala en este metraje.Y haciendo justicia al resto del elenco, diría que todo el equipo de rodaje pareció estar inspirado.

Donald Sutherland fue capaz de registros expresivos emocionales inimaginables que iban desde resultar femenino hasta mostrar súper masculinidad en las miradas. Y todo ello dentro de un rostro y cuerpo nada especial ni agraciado. 

Los personajes expuestos actualizan un retrato que se antoja real de la sociedad italiana, española, francesa, inglesa del siglo XVIII. Sus físicos, vestimentas, peinados, maquillaje, preocupaciones, disquisiciones… El libertinaje y el culto a la belleza, al placer, llevados a escena descarnadamente. Lograrlo fue verdaderamente magistral. Séptimo arte. Nada frecuente de ver. ¡Qué diferente la calidad cinematográfica de los años 70 y 80 con la  actual!

Un canto dionisíaco a la vida. Propio de décadas cinematográficas liberales doradas. Después, aconteció el gran apagón. La escenografía creada es precursora de espectáculos  musicales y coreografías modernas, con el aderezo de brindar simbolismos cultísimos. Un dibujo de seres efímeros acechados por la decrepitud del dulce pájaro de juventud. Fellini no lo descuida. Se atreve a hincarle el diente a la carne y el espíritu en trances de ser vencidos. Es perfectamente consciente de ello y lo trata. Esa es su grandeza. Es Fastalff, el tabernero obeso y disoluto de Shakespeare.

La cinta incluye una honda reflexión sobre la decadencia, los celos, el dolor del amor y su ambrosía, la intensidad de los sentimientos… Todo está perfectamente encajado, sin que quepa acusarle de exageraciones, puesto que esas cuestiones son siempre “puro fuego”.

Redescubrí una sinfonía que, aunque aprecié en aquellos años, es ahora cuando tengo la experiencia capaz de comprenderla y valorarla mejor. Quedará entre mis 50 películas preferidas. Casi había olvidado lo que era el cine de autor.

He creído ver a Miguel Ángel o Leonardo da Vinci; oír a Oscar Wilde. Cine prodigioso. Actos, secuencias y planos deslumbrantes en contenido y estética. Estamos delante de una pieza imperecedera. No se la pierdan.

Cada composición de cámara es un compendio original que junta con sublimes armonías todas las artes. Desde la oratoria hasta la pintura, la estética, la fotografía, el vestuario, el maquillaje, el sonido. Realmente prodigioso. Especialmente creativa la escenografía del mar hecho con plásticos y ventiladores. De una originalidad, sencillamente espectacular.

La mujer y el hombre de carne y hueso. La plasmación de las conflictivas relaciones y psicologías de varones y hembras. En particular, la visión y actitudes de Fellini con las mujeres; con su madre -gélida ella, como lo fue la mía-.

Los excesos y adicciones como parte de una humanidad precaria, sometida aún a las fuerzas de la naturaleza, la muerte incluida. Desprovista ya de los frenos divinos y existencialmente angustiada.

Ante ello, no es de extrañar la entrega a los placeres mundanos en contrapartida. La “Sodoma y Gomorra” redivivas de las clases pudientes ociosas. Tal parece ser la explicación final de las orgías y deseos sin freno que registra Fellini. La búsqueda ansiosa de seguridad, la huida hacia delante de poblaciones asoladas por enfermedades y miserias. Aunque sólo las capas nobles sobrepasaran tabúes y límites sociales y religiosos con bula.

A resaltar, finalmente, la exhaustiva documentación histórica del film que traslada a todos los actos y personajes mostrando crudamente cómo eran entonces teatros y ópera, viviendas, profesiones, rangos, etc… Ofrece un auténtico homenaje visual de época. Logro éste encomiable. Los siete pecados capitales a escena: lujuria, avaricia, gula… En contraste con las obras sombrías y culposas de Passolini, visionar las obras de Fellini es estar seguro de comenzar un viaje alegre a gozar de todos esos pecados.

El Título que le casaría como un guante sería “Fellini o Dionisos”. ¡El cine de los genios, inimitable, fastuoso, filosófico, único!

Prepárense para un final que nunca esperarían. Japón lo copiaría siglos después. Algo en Fellini evoca a Valle Inclán. Posiblemente la galería de personajes desquiciados, que hacen honor al epíteto de que la humanidad es el retablo de los locos.

¿Cuál es la diferencia de psicologías entre el Don Juan español y Casanova? Una reflexión que prometo abordar. ¿Cuántos hombres no se sentirán trasuntos de ellos dos?

En este estudio del universo femenino se plantean varios debates eternos. ¿Preferencia por el hombre bruto o por el culto?  Las múltiples almas de cada mujer y cada varón. ¿La fuerza y el vigor o la inteligencia? ¿El dinero o el romanticismo químico?

Los poetas aquilatan matices:

“En los ojos de los jóvenes arde la llama.

En los de los mayores, brilla la luz”

Plantea asimismo estilos distintos de vivir. El modo frívolo o el reflexivo y el austero. También, el modo dionisiaco que no tiene por qué ser frívolo. El primero será animalesco mientras que el segundo incorpora una componente poética y filosófica. Debates mantenidos desde el principio de los tiempos: ¿Seducción o Violación? ¿La seducción por rasgos e impulsos o por inteligencia, finura, elegancia, carácter…?

En el desafío de honra masculina -con apuesta de por medio- al que se ve enfrentado Casanova por el príncipe, no elige mujer al azar, sino que escoge a su favorita que es a la vez la que desea el provocador. Casanova se venga escogiendo a su prometida afirmando el derecho que asiste a aquél de quien se pone en duda la potencia de sus artes amatorias.

Perseguir el sexo por la descarga hormonal o perseguirlo como un encuentro de comunicación. Buscar pareja para el desahogo o comprendiendo, empatizando. Sexo primario o sexo cultivado. Incluso, explorando preguntas y respuestas; valiéndose de conocimientos y sensibilidad.

Debates seculares que muestran la diferencia entre concebir la existencia de forma básica siguiendo a los instintos, quedándose con lo dado y renunciando al cultivado minucioso, o abrirse a explorar territorios creativos afectivos. Ambas maneras no discurren siempre paralelas. A menudo se entrecruzan. Se observa que bastantes personas se decantan más hacia alguno de los tipos descritos.

En palabras de Oscar Wilde:

“Todos en la misma ciénaga, pero algunos mirando al cielo”.

Tiene su opuesta en:

 “Ubi caro, ibi aquilae”. (Donde hay carne hay águilas)