Su cuerpo de guerra encarnó el final de la mujer pasiva de la posguerra.
Su mente transitaba libremente las dos riberas.
A un lado del río estaba la mujer con raíces tradicionales, pegada a las emociones de su tierra.
Al otro lado, la mujer universal sin ataduras y con personalidad, prácticas e ideas propias.
Los gerifaltes franquistas se rendían a su cuerpo exuberante y voz prodigiosa. Era por así decirlo “la consentida”. Perdonaban las letras “con segundas” de las canciones de copla.
Supo recuperar a los grandes letristas de la época León y Quiroga, Hermanos Machado, etc..
Por ejemplo, “Si amanece y ves que estoy despierta, y que de tu amor no estoy llena, Cúbreme, cúbreme…”
O la memorable e intensa película con guión machadiano. “La Lola se va a los puertos”
Véanla. Está que se sale. Y no digamos ya el talentoso Francisco Rabal, realizando una de sus mejores interpretaciones. Y fueron muchas.
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