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LA JAGUARA
– EXTRACTO DE UNO DE LOS 25 RELATOS ERÓTICO-POÉTICOS –
Jimena era una real hembra de jaguar. Como tal, se resistió a mi asedio bobo, bestial, de más que lobo. Una jaguara manchada y sin mancha hasta que, gallo espolonado, llegué yo.
Cuando tenga los años de la rosa -reina madre-, la joven Jaguara podría llegar a comérsela. Estoy seguro de que será igual de irresistible; un atractor cuántico. Adquirirá parecido bouquet… en un puntito más dócil y manso. Bravía en extremo, si la fuerzas; leche hervida, si primoroso la conduces, atento a sus pálpitos.
Los varones rezarán a sus pies. Morirán del placer de contemplarla. Seguramente -por la hondura y el carácter indómito que tiene- el exceso de requiebros masculinos que la soberbiarán y los hombres, que la herirán con sus hechizos -que los tenemos-, el girasol que es hoy, acabará generando espinas y mutando a rosa. Metamorfoseará a segunda Scherezade. La crisálida perderá las alas de la inocencia. Se agusanará o convertirá en mantis religiosa; araña, manipulando y matando machos a traición con hilos de seda. Ojala que no suceda
El amor entre los dos se dio porque ella había visto “Lo que el viento se llevó”. Por dentro se sentía, y con razón, Scarlata O´Hara. Se topó conmigo, un psicólogo escupido de la sociedad. A la sazón, su Rhett Butler particular por obra y gracia de Cupido. Resistió durante meses un asedio personal poético. Un continuo fuego de masculinidad en su portal. Tenía una feminidad propia de mayo reventón [1] digna de un Sultán, que ni ella misma podía sujetar. Físicamente, Sophía Loren.
Como anécdota científica de aquél romance, tengo que decir que empezó y funcionó una relación casi inverosímil entre un hombre, llegando a los cincuenta, y una mujer de veintitrés, gracias, pienso, a que desde el principio de mis mensajes apliqué concienzudamente, en su redacción, la Programación Neurolingüística que, por aquél entonces, acababa de aprender. Día a día, podía comprobar cómo, efectivamente, producía los efectos por mi deseados y buscados. Ver para creer. No fantaseo.
[1] Una hembra en la plenitud
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