AMALUR
De ella, guardo retratos de tacto y voz.
Diría que en eso soy femenino. Sin darme cuenta, me rinden las voces cuando se acompañan de cálidas mamblas y cabellos de oro.
Ésta era lumbre plácida. Como un desván limpio, silencioso, ordenado y medido. No pudo ser.
La doncella tenía 25 años y estaba hecha de marfil blando. Casi irreal. Embriagaba como el vino.
No quiso querterme más. No podía. Hacerlo supondría traicionar símbolos sagrados heridos de muerte.
Yo estaba dispuesto. Mesé largamente su cintura y gocé los pechos y el ombligo de Buda…
Su nombre evocaba la madre tierra. LUR
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VER EL RELATO COMPLETO QUE ABRE EL LIBRO “MANZANAS DE HIEL Y MIEL”
CAPÍTULO: EL CASADO INFIEL.
La tierra agitada
Era un mundo agitado y convulso.
Su voz, la más melodiosa campana.
Como de gelatina y nana,
la tierra que encendió
mi alto norte sureño,
y tuve acostada a Este y Oeste.
Era un cuerpo tumultuoso y carnado,
que amansé con manos de farero.
En los sitios justos, generosamente abultado.
Una piel en blanco chino.
Lisa como el raso más lujoso y lujurioso.
Un punto a vainilla y pétalos frágiles.
Era un baño María.
Cascada rubia de mieses blandas, su pelo enhiesto.
Olorosa esponja marina.
Raíces de haya y roble, el cabello más bajo.
El agua fría, entera la poseía.
Y el sol, todavía abrileño, mayeaba.
Desmayado,
accedió a bañarse, en yegua enamorado.