Seleccionar página

En este otoño hermoso del país vasco, continúan las sorpresas de hallar películas con las hojas caídas hace lustros y, sin embargo, aún lustrosas.

De nuevo, topé con otra joya cinematográfica, digamos que atrapada en el ataúd de los años, apartada por esta humanidad consumista de usar y tirar metrajes sin apenas paladearlos.

De una manera que cuesta entender, CONFLICTO DE SANGRE (La Viuda Indomable) no gozó del premio de figurar entre las obras dignas de proyectarse en cineclubs, sesiones de cine clásico glosando actores o actrices, etc..

No obstante -a mis ojos- este film es la demostración palpable de una época magnífica que incluía la CONSAGRACIÓN DE LAS LIBERTADES; y entroncada con ellas, LA IGUALDAD DE GÉNEROS.

Por buena parte de la Europa Occidental, los años setenta y los ochenta corrían ya libres. Grecia Portugal y España tardaron un quinquenio más en quitarse el cinturón de castidad.

Un par de décadas prodigiosas que, por encima de todo, enseñoreaban dos cosas:

1.- La libertad como principio rector existencial. El derecho de todas las personas a sus sentimientos y opiniones sin que conllevasen condena social o penal, por muy escabrosos o anti costumbres que fueran. Empezando por la libertad sexual o la de tener sentimientos múltiples y contradictorios.

Por ejemplo, amar a dos personas a la vez. En este caso -y de modo revolucionario por lo inusual- la pantalla lo ejemplifica con una mujer (Sofía Loren) que reivindica su derecho a amar simultáneamente a dos varones y de un modo que sólo ella comprende -con claridad intermitente, pero que ni quiere ni necesita entender más tampoco-. Reconoce y acepta el hecho de que ama a dos hombres diferentes y rehúsa valientemente a tener que dar cuentas a nadie de sus afectos.

2.- La alegría de vivir. Lo vengo descubriendo y narrando desde que abrí la página web. Las películas europeas y americanas de los años cincuenta a los ochenta o noventa, reflejan un momento histórico especial que traduce un extraordinario fondo vital en los habitantes europeos y norteamericanos, sobre todo: el contento general con la existencia en los supervivientes a las guerras del siglo XX. En medio de tensiones, conflictos y guerras frías, incluso. Visible, también, en los films que recrearon el periodo de entreguerras.

Aquí, en particular, estamos hablando de la Italia de los años treinta, previa al ascenso meteórico de Mussolini. Un auge que, como he explicado en otras ocasiones, se debió al fracaso de los modelos prevalentes entonces: el capitalista salvaje y el socialista-comunista dictatorial y ateo. El propio Duce era un antiguo socialista defraudado.

En esta cinta –rodada durante los años de influencia eurocomunista en Italia y el sur de Europa- hay una crítica contundente a la desmesura de los pudientes y los matones fascistas simplones utilizados como títeres al objeto de mantener los privilegios.

De hecho, es una película política. Los conflictos de los personajes suceden, se deben y están insertos dentro de un mundo en descomposición: el de las élites intocables de crucifijo, misa dominical y caridad hipócrita: obispos, patronos, gobernantes, monarcas, etc…

Habla del surgimiento de las ideas contrarias; o sea, la creencia en que la sociedad era mejorable. Supuso la consolidación de las ideas liberales en EE.UU., Inglaterra, y la tutelada Alemania junto con las socialdemócratas y eurocomunistas en Francia.

Renació la esperanza en las revoluciones democráticas. No es el momento de detallarlo ahora, pero cabría hablar mucho de las fallidas terceras vías populistas intentadas por Mussolini y Hitler entre el capitalismo salvaje y el comunismo ateo. 

Triunfaron temporalmente porque la religión estaba en la base de las sociedades previas al ateísmo. El arraigo de los valores teóricos cristianos -trabajo y orden predestinados y divinos- fueron de los más duros de demoler dado el fervor que las masas profesaban a las autoridades eclesiásticas y los poderes estamentales tradicionales. Recuerden el lema franquista: “Caudillo por la gracia de Dios”

Pero lo que nos interesa en esta recopilación para el nuevo libro, “AMBROSÍAS DEL VIUDO” son las relaciones humanas y los sentimientos.

Y es en ese ámbito donde descubro esta pieza que me atrevo a calificar de importante. El pozo eterno de la mujer como objeto de deseo; la mujer bella y la resistencia de ésta a ser un objeto. La reivindicación de su dignidad y fuerza interior personificada aquí en Sofía Loren, magnífica como siempre.

Hay personas que nacen actrices. Se da poquitas veces, pero Sofía no hubiera necesitado ir a ninguna escuela dramática para ser lo que fue y es: UNA GRAN ACTRIZ.  Muy por encima, incluso, de otros encantos despampanantes. De no haber sido atractiva, también hubiera logrado ser actriz de renombre.

Lógicamente, en este mundo humano hecho de estética y pasarela, no habría destacado tanto. Ni se hubiera convertido en el mito sexual que es. Hay bastantes actrices y actores magníficos que, lamentablemente, no pasarán a la historia del cine porque no poseían belleza.

La romana es de esos casos excepcionales en los que se dan ambas cosas. Me atrevo a decir que con muy pocas colegas de su talla polivalente dramática. Por ejemplo, Marilyn Monroe: si bien su sensualidad era innata y desbordante, sus dotes interpretativas necesitaron de años de aprendizaje y repeticiones incesantes y tediosas de tomas para alcanzar el aprobado. Aunque lo obtuviera finalmente. Me atrevo a decir que, a base de tenacidad de los productores y de los directores desesperados, logró el notable. Le salvó ese otro don extraordinario de que la cámara le amara.

Pero el caso de Sofía Loren es de sobresaliente perpetuo. Interpretara lo que interpretara. Lo mismo una mujer de los bajos fondos que dama de la alta clase social (aunque le cuesta algo más). Un don con el que se nace.

Y ahora, en justicia, debo fijarme en las manos diestras y siniestras de la directora de esta cinta. Es una mujer la que dirige con acierto y originalidad el film. Desconozco el grado en que intervino en el guion. No dispongo de tiempo para bucear en esas autorías, pero toda la película destila la diferencia psicológica del ser y estar en el mundo de mujeres y varones. En parte, cultural, pero también genética. La diferente manera de abordar las situaciones y problemas de los hechos sociales de la vida.  

Conforme sostuve hasta el 2015, por el calado singular que ofrece el film, es obvio que está dirigido por una mujer: los diálogos son contundentes y buscan de modo realista la afirmación de la personalidad indomable de los protagonistas, realmente admirables. Y más común en las personas de lo que creemos.

Esa clase de pensamientos, decisiones y acciones expuestas por las secuencias las toman a diario las personas de carácter. Las de una pieza. Que haberlas haylas. Y añado que en la actualidad son, sobre todo, mujeres, por razones conocidas. No son fabulaciones de un guionista para quedar bien, como sucede a menudo en las películas hechas en serie. ¡No! Son verosímiles, que es lo que pedimos al cine de género dramático. Resultar creíble y que, añadidamente, no se vea la intención de producir llanto gratuito en el espectador.

Apenas he captado secuencias que lleven ese sesgo. El film expone con crudeza situaciones cotidianas que cualquiera puede vivir o sufrir. En concreto las referidas al deseo. El deseo que se despierta por encima de los inconvenientes o contra la voluntad de no sentirlos. La protagonista tiene afectos que por ratos, enfrentada a sus convicciones, preferiría no tener.

Los frenos introyectados por la educación religiosa y las costumbres en los que se apoya la propia personalidad saltan por los aires incapacitados para contener las emociones y sensaciones físicas que la sexualidad produce en determinados contactos con los demás por encima de los prejuicios y creencias. Esa es para mí la grandeza del hombre y la mujer en tanto que seres sexuados. Ese es el quid de la cuestión que está detrás de cualquier orden social, de cualquier conflicto personal y al que yo me rindo en esta ocasión, aplaudiendo la valentía con que se trata en el film. Producido nada menos que hace medio siglo. En 1978.

Es el “Me too” del 2015 adelantado, que en los años 80 era ya habitual verlo tratado en los personajes femeninos. Lógicamente, no hablamos de cine meramente comercial, sino de un cine de festivales y arte y ensayo. Eran así. Los ejemplos, si no infinitos, son abundantes.  Enfoques cuidados en los que -al contrario que hoy día- el hombre no es denigrado ni considerado un animal salvaje. Retrataban que ambos géneros comparten deseos abruptos, episodios desenfrenados puntuales, malas palabras, arañazos, bofetadas, sin que, salvo excepciones, la sangre llegase al río ni las riñas a los tribunales de justicia. Recuerden las magníficas películas “El hombre tranquilo” o “La hija de Ryan”. Frente al patriarcado evidente y la fuerza bruta que existía y existirá, la mujer -por razones evolutivas- ha desarrollado y cuenta con armas inteligentes y eficaces para responder y contrarrestarlo. Las sociedades rurales preindustriales disponían de diversos mecanismos para resolverlos. Por lo general menos traumáticos de los actuales.

(El movimiento “Me too” comunistizado se empeña en negarlo para la Europa moderna, pintando hembras actuales mucho más debilitadas y oprimidas de lo que lo son y están)  

Las leyes penales apenas intervenían. Funcionaban los sistemas resolutivos de las costumbres, manteniendo dentro de los cauces el agua contenida sin necesidad de policías, jueces, cárceles, abogados… Funcionaba la autorregulación social. Aquello cuasi espontaneo a lo que aspiramos muchos sociólogos. Como sucede con las joyas, en términos de sociedad preferimos, también, seguir el lema: “menos aparatosidad es más”.

Los aspectos documentales históricos de la película están bien recogidos. Por supuesto, lo mejor tratado a mi entender son las instituciones familiares, políticas y laborales mostradas. ¿Cuáles eran los conflictos importantes del mundo de entonces? Las diferencias de clase, la propiedad privada, el poder omnímodo de los terratenientes, la miseria, la explotación incluso de niños, la emigración forzosa hacia la promesa del nuevo mundo americano… La soledad de la mujer en los casos de abusos, conductas consideradas pecaminosas, los abortos… Y el estigma social que las señalaba y excluía o inducía al suicidio, la autocensura emocional, etc..

Por último, debo referir un cultismo. LAS METÁFORAS inadvertidas que esconden muchos metrajes. Obviamente, en éste, los personajes representan a Italia. Sofía Loren es la Madonna italiana. Es la madre patria. La Italia que tiene varios hijos discutidos entre sí.  Se centra en dos, principalmente. El vástago señorito de ascendencia, pero socialista vocacional, que renegando del pasado aristocrático intenta una sociedad mejor (Marcello Mastroianni), y el rapaz humilde que sufre explotación y miseria y opta por hacerse a sí mismo. Emigra a América y vuelve rico y mafioso. Única forma encontrada de sobrevivir satisfactoriamente.

Pero todos -y aquí está la parte con más calado del film- han crecido dentro del resentimiento que ha hecho carne dentro de ellos. Del odio a viejas estructuras, a los ricos, a los políticos corruptos…

La secuencia que lo refleja es realmente única en el cine. Se la enseño.

Retomo el hilo de que el film es una metáfora de Italia. Italia ama a sus hijos, o sea, Sofía Loren ama a los dos “hijos”. A uno por idealista y al otro por realista. El primero se mantiene en pensamientos y conductas de perfección y pureza que agradan sobremanera a “la madre”; y el otro, lo mismo, pero a la inversa. O sea, es realista materialista. Pero la madre Italia los quiere a ambos, ama a sus hijos. Con ese mensaje termina. No puedo hacerles el spoiler. 

Según digo, es un retrato audiovisual del ascenso del fascismo hecho con medios económicos. Contiene importantes paisajes emocionales de la preciosa Sicilia, del encomiable y mediterráneo modo tradicional de vida de ese agreste sur racial. Dan ganas de visitarlo.

En cuanto a técnica cinematográfica, la directora gusta de los primeros planos. Lo que cualquier fan de la parte física de los actores agradece. En particular, la belleza natural de Sofía, con el bozo resaltado constantemente y haciéndola físicamente deseable en su encarnadura sin maquillaje. Senos, piernas, ojos y boca feraces. Nariz singular con la melena escandalosamente densa y asilvestrada. Aquello cantado por los poetas, de que el cabello, ese órgano tan humilde, es sin embargo un excitador sexual de primera magnitud. Cualquier hombre se rendiría a esos estímulos.

En lo que hace a los demás protagonistas, parecido. A los defectos y virtudes de Mastroianni, un hombre de fisonomía normal y espíritu noble, se opone un Giancarlo Giannini resabiado, de vuelta de todo y en el esplendor corporal. Realmente atractivo, musculado, moreno, sonriente, con cabello atildado y la rudeza propia de las masculinidades endurecidas por la emigración.

Esta es la parte que engancha de la película. Masculinidad conjuntada con la tremenda feminidad  de ella. Energías volcánicas ofrecidas al espectador de manera ostensible. El varón es varón y la mujer es mujer; curtidos ambos por penurias sin cuento. No hay sitio a melindrosismos por ninguna de las partes. La directora no idealiza el físico de los géneros. Al revés, trata de humanizarlos resaltando defectos. Son atractivos en las contradicciones y tensiones vitales y existenciales. Pero, idénticamente, pueden dejar de serlo.

El maquillaje es dramático, apenas estético. Desde luego, el de Sofía no existe. La directora persigue retratarla cual es, sudando incluso. Y sudando por el trabajo, no por soles tropicales, faenas amatorias o excitaciones lúbricas.

Y a la vez, la fotografía en toda la libertad que coexistía en las sociedades rurales junto con los absolutismos inquisitoriales. Libertades expresivas de carácter que ahora están reprimidas y en extinción. (ver en esta web, la crítica a la “La Torre sin sombra”)

Cada litoral contaba con playas donde poder bañarse exigiendo que nadie te molestase. Y si alguien osara hacerlo, poder mandarlo al carajo de malas maneras con puntapiés, incluso. No crean que la película es ñoña. Contempla violaciones frecuentes. Pero recoge esas violencias como recoge ternura y solidaridad, compasión, ideales, frustraciones, odios…

Por todo eso merece la calificación de sobresaliente. Y estoy encantado de proponérsela. Como siempre, la tienen en Filmin, la mejor plataforma actual de cine que conozco. En términos de relación “hombre y mujer mediterráneos”, salvo muchísimas excepciones -crueles, además-, los tiempos pasados fueron circunstancial y paradójicamente, mejores. Más naturales. Menos tutelados y perseguidos por el Estado Leviatán, con la falta de delicadeza y el trazo grueso que le caracteriza.

Esa es mi creencia. La mujer mediterránea de los años 80 fue libre, peleó por su libertad junto al varón. En Italia, España, Portugal, Francia, Grecia… Desconozco otras sociedades, pero desde luego, en gran parte de las europeas, fue coprotagonista. Y ante la secular represión encarnizada que padeció, por lo bajini, fue protagonista exclusiva de las conquistas de las libertades-tabú (aborto, vestimenta, nudismo, profesiones… Frente a la religión, frente al patriarcalismo vetusto e, inclusive, contra los progres que no le dábamos tanta importancia. Por ejemplo, era digno de admiración verlas organizar las redes de solidaridad internacional pro-aborto que implantaron. No lo olvido.

Con ellas. luchamos codo con codo y mano a mano contra las dictaduras. Y por un breve periodo de tiempo vencimos a los opresores y los prejuicios. Hasta que los partidos políticos -armas de destrucción masiva- volvieron a estropearlo casi todo.

 

 

NOTAS.

1.- Quiero rendir homenaje a las actrices y actores de doblaje. En particular a la dobladora española de Sofía Loren.

2.-Hay seres que no es que sean personas, han nacido también actores y actrices: SOFÍA LOREN, BRANDO…

3.- Una película de 10. Cine de 1978. De cuando todavía había hombres y mujeres.

4.-Recoge el universo femenino de verdad. Adelantado a su tiempo y perfectamente dibujado.

5.-Obra de arte. De esas que manos insensibles o inquisitoras hacen desaparecer de las filmotecas o tachan de dramas sentimentaloides; incluso de comedias.

6.-Tiene un trasunto del Quijote en el personaje de Marcelo Mastroianni; algo encajonado en papeles de comedia un punto apayasados.

En cambio, Sofía esta que se sale de la pantalla. ¡Qué energía y dramatizaciones! También, Giancarlo Giannini. Espléndido en su rol de truhan nuevo rico; cínico y vengativo. Diría que mejor que en “el Inocente”

7.- Viajen a esta Sicilia, un retrato de los orígenes de la mafia, “la cosa nostra”, A esta Italia eterna y los orígenes del fascismo y el socialismo que vivió y sufrió. Vean una obra “shakesperiana”.

……………………………….

COROLARIO. Me permito sugerir la hipótesis de que ser una mujer o un hombre bellos, siempre adulados y a menudo manipulados con intenciones distintas a las apariencias,  favorece el camaleonismo tan apreciado en las interpretaciones. La capacidad de aparentar y representar emociones distintas a las que se tiene de verdad a fin de salir de esas situaciones comprometidas en las que las personas agraciadas se ven especialmente envueltas. Digo esto por la capacidad interpretativa de Sofía Loren; suya y de alguna otra.