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¡LO PROMETIDO ES DEUDA. Recupero este espléndido film y la crítica que escribí hace casi dos décadas. AZUL es la pieza maestra de la trilogía “tres colores” del polaco Kieskowski, Azul, Rojo y Blanco, realizadas entre 1990 y 1994. Impecable y sutil la forma de unir los tres filmes con dos clases complementarias de hilo: individual y social (adhesión de Polonia a la Unión europea). Es autor, entre otras, de la divertidísima “La doble vida de Verónica”.

Intentaré no desvelar la trama. Mujeres y hombres que, por una circunstancia u otra -en este caso un accidente de tráfico- se despojan del personaje social que encarnaban para intentar asumir el que sienten más propio en el momento que viven. Pasan a expresar directa y abruptamente cuanto piensan o desean.

Más allá de la extraordinaria banda sonora del compositor polaco Zbigniew Preisner, compositor habitual del director, los sonidos cotidianos realzan toda la obra. Cual la música omnipresente que imperceptiblemente acompaña nuestras existencias. Dos grandes aciertos. La peli es una clase práctica de música. Se trata de “El Himno al amor” con letra inspirada en la primera Carta de San Pablo a los Corintios.  Verdaderamente espectacular.

Un cine interesado en registrar las emociones más personales. La protagonista superviviente tras perder a marido e hija menor, es una persona decidida a empezar de cero prescindiendo de cuanto le ate al pasado. Una tarea imposible, pues el mundo la seguirá y no lo permitirá.  Por la profesión de músicos de los principales intérpretes, los proyectos abruptamente interrumpidos y pendientes intensifican la presión social a su alrededor forzándola a recuerdos indeseados, nostalgias o tareas que le asaltan sin poder impedirlo. Hechos y personas se obstinan en confirmárselo: “Siempre hay que quedarse con algo”

Llama la atención el modo en que este autor logra recuperar la humanidad de fondo de las personas rutinizadas y frías en que la sociedad nos convierte. Quedamos como olvidados de nosotros mismos sin tener en cuenta las pulsiones que reclama el yo íntimo durante el sin fin de días y años que gastamos insertos en las obligaciones

Merecen reseñarse dos aspectos. El anhelo por la felicidad imposible de las sociedades, -ejemplificada en la CEE- y un velo de trasfondo mostrando la sumisión inevitable del varón ante la mujer. Pese a esto, la película mantiene en delicado equilibrio a ambos géneros. Mujeres y varones equiparados en sus dimensiones vitales y conflictos emocionales.

Me atrevo, no obstante, a la siguiente reflexión. Aunque, hoy día, varones y mujeres sufren más que gozan el vivir agrupados, creo que la mujer es más rehén de la jungla que hemos creado para defendernos de los riesgos de la precariedad, las agresiones, el pillaje, etc.. Otro imposible. Las ciudades protectoras acaban siendo invadidas por la naturaleza bruta de la que huíamos y resultamos confrontados con realidades que a ellas les afectan y alteran en especial por su sensibilidad: pobreza, depredadores utilitaristas, delincuencia, sujetos insensibles, aislamiento, congelamiento emocional, depredación manifiesta en los anímales domésticos (escena del gato y la rata con crías); prostitutas que gozan de serlo, obscenos voyeurs, ricachonas que se acuestan con mendigos, etc .. Las actuales macrociudades, incluso las europeas, se oponen a la pureza de vida, asepsia y razón que anhelan en mayor medida que los varones, si cabe. Y temo que, en estas condiciones de desigualdades sociales generalizadas, la educación no conseguirá cambiar las cosas. Con todo, el film es de tono positivo y contiene figuras de diversa condición.

Una obra audiovisual rayando la perfección. Gran cine. incluso en el contenido filosófico -semejante a Rivette-. Plena de simbolismos extrañamente fáciles de entender para la complejidad habitual del enigmático director. Un ensayo sobre las etapas trascendentes de la vida.  Algo poco común. Quizás, un mensaje más esperanzador sobre las personas en sociedad de lo que la lucidez dicta. Binoche, a gran altura interpretativa, aporta los matices destellos y los armónicos precisos a la sinfonía trágica que constituimos

Después de verla, a Vd. le apetecerá comer las primeras uvas moscatel de agosto mezcladas con buen pan. Tendrá la sensación de que se habían retrasado, al igual que desearía haber visto este film en el año de su estreno. ¡Está a tiempo! Es verano. Busque la sala o la habitación en sombra y maravíllese del séptimo arte cuando es tal. Le costará creer el milagro de tantas personas creando al unísono. Guionistas, cámaras, iluminadores, músicos… ¡Y la batuta de cirujano montando el conjunto!

Imaginemos, oyendo el himno y con ella pensando largamente en rictus serio y sereno finalizado en esbozo de sonrisa, que está abierta la posibilidad de la esperanza. Luego, póngase la melodía en su aparato HiFi.