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Esta reflexión la suscita el visionado casual -mientras comía- de una película en TV2. Salvo ese rato, no suelo hacer apenas caso a televisión española, porque, sobre todo, desde Sánchez e Iglesias, Podemos y correligionarias del feminismo radical, es una máquina insistente de propaganda burda. Implacable y grosera. Desagradable de puro simplismo populista y alevosías descaradas contra mentes incautas.

Pero hete aquí, que quizás porque las mujeres que aparecen en esa película quedan bien paradas, son heroínas guerrilleras, prostitutas y mesoneras, digamos que muy al día y modernas, pues a los censores del Psoe y Podemos (debería prohibirse poner nombres verbales o gramaticales a los partidos), les ha parecido apropiado incluirla en la programación. Faltaría más.

Y aquí llegó la sorpresa. El film titulado La Guerrilla, está basada en una obra de Azorín y les aseguro que los diálogos son, pluscuamperfectos. Reflejan perfectamente los matices sociológicos de los dilemas de la contienda de independencia. Además, los personajes franceses no están deshumanizados ni son retratados como malévolos, porque hemos de recordar que el movimiento afrancesado post revolución francesa -que casi duró un siglo-  tuvo millares de partidarios ilustres e intelectuales ansiosos de modernizar el arcaico Estado de la época y sacar a España de letanías y sacristías.

Por un lado -cosa inusual- se muestra a los invasores galos como educados y por otro, se resaltan  los valores idiosincrásicos y el patriotismo de los guerrilleros en su deseo de defender la independencia española; su cultura y costumbres autóctonas tan arraigadas como acríticas.

El caso es que me asombraron los diálogos y decidí aprovecharlo. Tienen que disculparme porque voy a ponerles trozos de prácticamente la película entera. Únicamente me reservo el final, para los que prefieran no saberlo. Pero les aseguro que vuelve a sucederme lo mismo que me pasó viendo la película de Rocío Jurado “La Lola se va a los puertos”, cuyos diálogos me impactaron por lo inesperadamente buenos que eran, y que resultaron ser de los hermanos Machado. (Se la recomiendo también)

Aquí me ha sucedido similar. Los diálogos, de tan equilibrados, han hecho que me quedara enganchado a la película, pese a que, lógicamente, al estar realizada en 1973, pues adolece de tics todavía franquistas o machistas propios de la España rural de Mérimee. Imagínenselo. Pero, sin embargo, a la hora de enjuiciar hechos cruentos de aquella guerra, se nota la mano analítica certera de Azorín.

Así que creo que merece la pena verla, si disponen de un ratillo entre calores y sin compañías distractoras liándola al lado: nietos, pareja, amigachos pelmas, etc.. Es de esas películas que suelen quedar condenadas a coger polvo en los estantes del archivo cinematográfico nacional, sin embargo, he visto centenares de películas peores.

Está bien interpretada por el elenco encabezado por Paco Rabal, Charo López y una preciosidad en la lozanía de los cinco o seis lustros -Julia Saly-, que también tuvo parte en que quedara prendado de la cinta, por no decir de su rostro y los senos palpitantes que cantara Antonio Machado en los rarísimos arranques de voluptuosidad que se le conocen. Reparen especialmente en la tercera estrofa y en los siguientes sendos versos que les transcribo. Cuesta imaginárselo:

“También yo paso viejo y tristón.
Dentro del pecho llevo un león”.

 

HACIA TIERRA BAJA

I

Rejas de hierro: rosas de grana.
¿A quién esperas,
con esos ojos y esas ojeras
enjauladita como las fieras,
tras de los hierros de tu ventana?

Entre las rejas y los rosales,
¿sueñas amores
de bandoleros galanteadores,
fieros amores entre puñales?

Rondar tu calle nunca verás
ese que esperas; porque se fue
toda la España de Mérimee.

Por esta calle –tú elegirás-
pasa un notario
que va al tresillo del boticario,
y un usurero a su rosario.

También yo paso viejo y tristón.
Dentro del pecho llevo un león.

II

Aunque me ves por la calle,
también yo tengo mis rejas
mis rejas y mis rosales.

 

III

Un mesón de mi camino.
Con un gesto de vestal,
tú sirves el rojo vino
de una orgía de arrabal.

Los borrachos
de los ojos vivarachos
y la lengua fanfarrona
te requiebran ¡oh varona!

Y otros borrachos suspiran
por tus ojos de diamante,
tus ojos que a nadie miran.

A la altura de tus senos,
la batea rebosante
llega en tus brazos morenos.
¡Oh, mujer,
dame también de beber!

 Mas, aparte del cebado con instintos animales que los productores del cine practican a fin de engancharnos, y que constituyen la trampa dulce del cine, en el fondo aletea una vez más, “La Sociedad Criminal, Sociedad Anónima”, según el ensayo que tengo publicado.

Sociedades de Jungla. Guerras endémicas por ambición de poder y avaricia, orgullo, envidia, territorio, complejos… En definitiva:¡Sociedades Animales! Nada nuevo bajo el sol.

Comprobarán que, en su novela homónima LA GUERRILLA, Azorín aprovechó para retratar el expolio de las iglesias e instituciones rancias de nobleza, emprendido sin miramientos por toda Europa desde Rusia hasta el norte de África y Egipto por el racionalismo bonapartista -pretendidamente liberal-, en su ánimo ilustrado de desterrar la ignorancia y supercherías del antiguo régimen tan consolidado aquí en la península: quemas de libros y destrozo de las figuras religiosas, saqueo de cálices, amortización forzosa de tierras eclesiales, destitución y fusilamiento de caciques y meapilas, etc.. (Amén de deseos imperiales espureos menos líricos).

El director, Rafael Gil, desde la pluma certera de Azorín, consigue reflejar la España decimonónica y dieciochesca en imágenes. El mayor acierto del film.

El desacierto imperial terminado en Waterloo lo plasmó GOYA y el dicho:

“EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS”