LA PALABRA
Definitivamente, la osadía humana de matar a Dios es uno de los hitos cumbre que marcan el antes y el después del reloj de la vida humana en la tierra. No se me ocurre muchos más de tanta relevancia para las existencias de cuantas tribus y personas poblamos el planeta.
A partir de que la supuesta palabra de Dios, fue puesta en entredicho, y seguidamente, perdió valor la de los simples y mentirosos mortales, comenzó el mayor de los éxodos de la especie. De una envergadura tal que el planeta entero quedó afectado y sobrecogido por las consecuencias de tener que atravesar un desierto inhóspito que, esta vez sí, parece no tiene fin y no sabemos si realmente conducirá a alguna parte. Desde luego, dudamos de que lleve a la tierra prometida.
La gran película de Carl Theodor Dreyer sobre el problema de la coexistencia entre Ciencia o Fe, y si alguna debe prevalecer, sigue igual de palpitante que cuando se rodó hace setenta años.
Un largo parto, según contó excelentemente el presentador del film y organizador del nuevo ciclo de la Cinemateka bilbaina, José Julián Bakedano, y que un grupo de entusiastas vimos ayer deslumbrados por el abismo filosófico que guionista y director pusieron delante de nuestros ojos de hombres y mujeres del primer cuarto del siglo XXI.
Se hace laborioso relatar la cantidad de reflexiones de calado planteados. Lo intentaré, distinguiendo dos partes, de las que analizare sólo una, puesto que, de técnica cinematográfica propiamente dicha, apenas entiendo. De ésta, baste señalar la meritoria mencionada por José Julián. Cuyo impacto directo agradece la vista: los cautivantes planos-secuencia marca de la casa. También la linealidad y austeridad narrativa.
El film pone sobre la pantalla el mensaje de fondo que, a modo de persistente campana, resonó por Europa a partir de los pensadores materialistas y existencialistas con Marx, Kierkegaard y Nietzsche a la cabeza:
¿Es el hombre el rey de la creación?
¿Hay verdades únicas o diversas?
¿Cabe la tolerancia religiosa o el orden social debe imponerse con autoridad?
Hasta esta mañana al despertar, no he sido consciente de los muchos simbolismos latentes en la película. No entraré en detalles cuidando para no desvelarles la trama.
Cogeré solo un par de enorme potencia:
1.- El influyente peso social de “la palabra de Dios” recogida en la doble vertiente de creencia extrema en la existencia de un Ser que es destino y providencia. Y que, en lo domestico, era -y en muchos lugares continúa siendo- representado por los padres de familia, autoridades encargadas de transmitir su voluntad y hacer que se cumpla.
Los dictados bíblicos nuevamente a escena. Sin consentimiento paterno, nada podía hacerse. Hasta hace bien poco, era de obligado cumplimiento. Lo normal es que la hija no recibiera autorización para casarse con el hijo de una tribu religiosa distinta. Tampoco el hijo de la otra familia contaría con la bendición paterna.
2.- Abandonar la guía de los valores y la fe -sea cual sea- causa angustia existencial y vacío. Desolación, en el sentido puro de la expresión. Lo muestra la escena del parto, quizás el mayor acierto visual del film. Desde luego, un acto narrativo cargado con explosivo suficiente capaz de aturdir y derribar las creencias más sólidas.
Les describo la situación sin hacerles spoiler. El neonato corre riesgo de ser “inevitablemente” despedazado con tenazas por el “solvente” médico ya que al estar mal colocado en el vientre materno puede no quedar más remedio. Añadidamente, la grandilocuente “carnicería científica”, pondría en peligro de muerte a la parturienta.
Recordarles que, paradójicamente, desde ópticas creyentes, que el niño naciera muerto, -asesinado, más exactamente, a manos de la gaya ciencia representada por el atrevido médico- tendría consecuencias y enseñanzas positivas a la vez que negativas.
Descubrirles, asimismo, que hay un personaje desagradable a propósito. Hasta el punto de que los espectadores odiemos que aparezca porque en su desvarío de creerse Jesucristo arroja advertencias que nadie querría oír.
Nos interpela y acusa directamente de incrédulos. De apostatas hipócritas; desleales e inconsecuentes De faltar a la verdad suprema. “Cree y vivirás”, proclama profético. “La muerte no te alcanzará”… “Hay un cadáver en la casa” “Cristo existe y tiene el poder de resucitar. “El cielo aguarda a quien crea en él”, etc..
No me extenderé en estas consideraciones bien conocidas. Son otros los aspectos que deseo tocar. En concreto, la función que cumplen los chivos expiatorios, tan bien descritos por Girard en su obra mayúscula “La violencia y lo sagrado”, de imprescindible lectura para quien quiera entender las sociedades humanas, y que esta película saca a relucir de modo sucinto. Su necesidad y utilidad cara a restañar discrepancias y conflictos. La constatación de que es un fenómeno universal. Un estadio que periódicamente atraviesan todos los grupos. La finitud y la impotencia ante las enfermedades y calamidades que alcanzan a todos y que el chivo tiene el efecto de unir. Comprueben si personajes del film cumplen tal papel social o no: producir la compasión que sea semilla de solidaridad, acepte al otro y le mueva a generosidad y flexibilidad.
En este sentido, las metáforas incluidas son contundentes.
El asunto es de candente actualidad. Por ejemplo. Estoy tentado a preguntarles, si piensan que los patriarcas de cualquier comunidad, practicantes de distinta corriente religiosa, enfrentados al enamoramiento de sus hijos, continuarían en guerra perpetua o cederán en sus posiciones y se darían la mano y ofrecerían la bendición a sus respectivos que les permitiera casarse sin considerarse ofendidos ni una ofensa a Dios.
Vean la película y descúbranlo. Estas son las lecciones más importante tratadas, a mi entender:
¿Aquellos con el corazón abierto capaz de sentir el dolor ajeno tanto como el propio, sería a quienes Dios protegería caso de existir la deidad?
Dicho con otras palabras:
¿Es real el aserto “Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra”?
¿Seguir el mandato que ordena amar al prójimo como a ti mismo te mantendrá erguido y orgulloso de tus actos?
¿Hará que seas respetado y que ese Dios permanezca a tu lado de forma que nunca estarás sólo?
¿O todo eso son cuentos, milongas?
Menahem Begin sostuvo que “el día que los palestinos quieran a sus hijos tanto como odian a los nuestros llegará la paz”