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cartel Sansón y Dalila

HEDY LAMARR : DALILA  SIN  SANSÓN

Dalila es la Mata Hari por excelencia del Antiguo Testamento, junto con Judith y Salomé.

La dominatrix de Sansón, el hebreo cazador de leones, juez de la tribu sometida de Dan.

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Heroína cantada, alabada y repudiada por igual desde el principio de los relatos conocidos hasta la actualidad y hasta cuando acontezca el fin de ellos.

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La pasión hecha mujer. La fuerza femenina admiradora de la masculina. La soberbia, en la doble acepción de la palabra: belleza sin par y altivez. La novia de todas las bodas. El deseo de posesión exclusiva y sin escrúpulos con tal de lograrlo. La envidia celosa. El rencor tras el despecho. La venganza en plato frio.

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Quedé sorprendido cuando, de adolescente,  hojeando revistas de mis hermanas, encontré la extraña afirmación de que el esplendor de la mujer se da en torno a los 30 años. Me resultaba una edad excesiva. 

Y posiblemente sea así en cuanto al aspecto físico. Por lo general, nada es comparable a cuerpos de 18 a 20. Pero, en lo que se refiere la madurez personal, los extras que hacen que las personas seamos algo más que cuerpos y aumentemos exponencialmente el atractivo, son factores cuáles el carácter, la posición social, estar “aterrizados, tener metas o dones determinados (artísticos, intelectuales, gracia, humildad, arrojo, experiencias, etc..) (VER EL EFECTO HALO)

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Y, efectivamente, con el paso del tiempo, todos vemos que eso sucede -incluso hoy día- después de la treintena. Incluyo en ello el intangible del «sex appeal», que «se tiene o no se tiene». El punto añadido de erotismo seductor que debe acompañar a los cortejos, no se da -comúnmente- sino después de entrados en ese tramo de la existencia.

Es entonces cuando mujeres y hombres, curtidos por lo ya vivido, realmente desprenden sexualidad y sensualidad, además de espiritualidad. Capacidad de dar y recibir plenamente afectos o amor.

Así que no debo extrañarme, de que ahora, cinco décadas después- topando con “Sansón y Dalila” por casualidad, halle a Hedy Lamarr -actriz e inventora de prestigio- ejerciendo con esplendor ese fenómeno etéreo singular y exclusivo que llamamos feminidad y que conlleva la potencial facultad de seducir a hombres y gigantes. 

Curiosamente, cuando vi esta película en la veintena, me pareció hasta fea. No le encontraba sexy. Para comprobarlo con mayor objetividad, me impuse ver alguna escena más de las películas filmadas con anterioridad, en su primera juventud. Y, ciertamente, ya desprende el incipiente magnetismo que ofrece en ésta. Supongo que, acrecentado en parte, luego, por operaciones estéticas que, en su caso, inicialmente, salieron bien.

Sea como fuere, volviéndola a contemplar ahora con ojos adultos, encuentro no solo el físico que enamora a las cámaras, sino también dosis de talento cinematográfico, todavía en desarrollo; la capacidad expresiva necesaria para abordar con éxito ese tipo de turbulentos papeles. Desconozco si para otros y su trayectoria, porque no es una actriz a la que haya seguido especialmente -por lo fallido de aquella inicial visión-, pero hoy me corrijo y sostengo que estuvo cerca de bordar esa representación. 

Me aventuro a conjeturar que si no alcanzó el climax interpretativo fue por el soso e inexpresivo partenaire que le endosaron: Victor Mature.

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250px Color photograph of Victor Mature and Hedy Lamarr as Samson and Delilah

Con él, me sucede lo contrario. Entonces me pareció insustancial. Ahora, algo menos. Meritorio su empeño. Este Tarzán musculado, -igual no había otro disponible- no atesora la capacidad de darle réplica emocional acorde al drama.

Y me atrevo a afirmar que la historia se ha perdido un peliculón, por esta razón. Si en vez de tal gañán, el galán hubiera sido Charlton Heston, quizás  hubiéramos asistido a un duelo en “O.K. Corral” con enorme tensión sexual. Su hieratismo transmitía; como demostró en “Cuando ruge la marabunta”. Éste sí, un film que ha quedado para la posteridad, porque con Eleanor Parker de pareja, da la talla dramática que semejante relato exige. En ambos es posible percibir una mezcla explosiva de azufre y sexo contenido echando fuego por boca y ojos. 

En el caso de este Sansón con Dalila, la yesca masculina está húmeda. Estrógenos enlatados de salón.

Esa insustancialidad anabolizada, incluso le afecta a Hedy. La presencia del fornido no le punza ninguna chispa interna; no le estimula ni eriza la piel, pese a las situaciones emocionales extremas que padecen. Intuimos que juega con Mature con una frivolidad superficial que se nos antoja excesiva. Impensable con actores de otra hondura. La despechada Dalila-Hedy se limita a cumplir, esbozando fugaces trazos emotivos. ¡Qué distinto hubiera sido de haber surgido entre ellos la química de poder y sexualidad propia de los machos y las hembras -de especie «felina»- cuando se encuentran frente a frente; incluso rodando! 

Según escuchan, llaman también la atención, y favorablemente, los diálogos.

Porque igual que estoy comentando acerca de que la expresividad de los actores y las actrices requiere, como el buen vino, de posos para alcanzar la madurez, sucede con la receptividad emocional de los espectadores. No recuerdo que las pláticas captaran mi interés con 20 años. La enjundia o el trasfondo que trasladan.

En cambio, ahora, los encuentro vivos, universales y eternos. No pierden vigencia, porque las emociones no cumplen aniversarios. Son siempre jóvenes, siempre intensas.

Por ello, vale la pena revisar la película que, además, cuenta con excelente color y excelente vestuario y maquillaje, decorados, diversidad de personajes… Se nota el considerable presupuesto dispuesto por Cecil B. DeMille. La trama magnífica del Antiguo Testamento pone el resto del aderezo preciso al condimento.

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Para concluir, debo reafirmarme en que, en contra del pensamiento correcto actual, sigue siendo una verdad universal que cada género puede adocenar al otro. Una mujer puede conseguir casi todo de un hombre y viceversa. Ambos se depredan mutuamente. El depredador natural del varón es la hembra de la especie y el depredador de la hembra es el macho. Mal que le pese a tanta corriente “Me too” radicalizada. La guerra de los sexos es un fenómeno inextirpable y acontece a poco que medien personalidades fuertes o intereses contrapuestos.

En este film vamos a ver a los hombres de hace tres mil y pico años babear alrededor de Dalila de una manera pueril. Igual que no hay más que cruzar la puerta de casa hoy y acercarse a cualquier comercio, bar o supermercado, sede oficial o discoteca, para comprobar que, efectivamente, delante de la belleza, sea femenina o masculina, casi todo mortal queda sumiso; complaciente y complacido.

Véase, por ejemplo, la última película “Me too” hispana: “Bajo un volcán”, donde las mujeres moquean alrededor del súper macho William Levy. Como en su día se ensoñaron viendo a Gary Cooper, Charlton Heston, Gregory Peck, Lex Barker, Paul Newman, Marlon Brando o Brad Pitt. Es la ley del mundo, la vieja ley que, por otra parte, llena los cines, como bien sabe y alimenta la industria de del Cine.

De ahí que el mejor ascensor social que existe, superando incluso al del orígen social y la clase, es la belleza. La mejor salida profesional remunerada de cualquier modelo, miss o mister, es el cine. Los humanos veneramos los cuerpos. Lo he dicho infinitas veces y no me cansaré de repetírselo a los oídos sordos, aunque sea hablarle a la pared. La hipocresía social y el pensamiento correcto, se niegan a reconocerlo. Yo, no.

Tal vez sea porque tuve mi propia Dalila y he sabido de muchas más, que comprendo mejor la cinta. Cada situación, cada diálogo que escucho, reverbera en mí detalles de aquella ciclópea relación. Particularmente, dejaba de ser un Sansón delante de ella. Más, cuando me rapó al cero. Lo cortés no quita lo valiente y confesarlo es de justicia y aviso a navegantes de tales procelosos océanos.

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El metraje dibuja metáforas contínuas oponiendo LA FUERZA predominante en la época frente a LA INTELIGENCIA sutil e intrigante. El guion equilibrado consigue presentar el duelo de ambas hasta hacerlas invencibles. Dos desazones enfrentando la impotencia. La de una mujer arrepentida y la del noble bruto unidas hasta la muerte, encarnan lo que caracteriza al triunfo del dios Yahvé sobre otros dioses paganos.

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Desafortunadamente, no tuve la consolación del “happy end” Hollywoodense. El final cuasi feliz dentro del funesto relato bíblico, con ella arrepintiéndose y ayudándolo, luego de vengarse y traicionarlo.

Una vez más, me viene a la cabeza parafrasear aquello de Lope de Vega, el fénix de las letras: Quien haya sufrido una Dalila, lo sabe” y entenderá mi comentario.

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Sientan, disfruten y padezcan este añejo metraje. Añada de 1949; quiero decir,  del tres mil doscientos antes del Cristo crucificado. Posteriormente, fuimos y serán infinitos los judíos, árabes, cristianos y ateos los abrasados y empalados. Mujeres y Varones. Lo narraré en otro Post.“Alea jacta est”

…Mas iacet et femina stat.

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NOTAS.-

La película contiene guiños a “Lo que el viento se llevó” y Scarlata O´hara.

La presencia menos atractiva de Ángela Lansbury y Olive Deering, en los papeles de Semadar, hermana mayor de Dalila, y Miriam, pretendiente de Sansón, son recursos clásicos de Hollywood a fin de realzar a Hedy. (Sinceramente, creo que no hacía falta)

Como curiosidad, observen el parecido de Hedy Lamarr con Katherine Z. Jones.

Conseguida y realista la lucha de Sansón con el león.

Efectos especiales muy logrados para la época.

La banda sonora espectacular es de Víctor Young

La obra es una adaptación de los capítulos XIII a XVI, del libro bíblico de Jueces, y de la novela Judge and Fool, de Vladimir Jabotinsky. ​

Distribuida por Paramount PicturesSansón y Dalila fue la película más taquillera de 1950. Ganó dos Oscar: Mejor dirección artística y  mejor diseño de vestuario.

Los caftanes bordados en oro provenían de Marruecos

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