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CUENTO SENTIMENTAL DE LA LUZ Y LA SOMBRA.

Bilbao. Diciembre de 2020

Voy a narrarles lo que nunca antes me sucedió en grado tan superlativo.

Tengo escrito en alguna parte (Manzanas de Hiel y Miel) que en la mujer casi todo es mentira. Una bonita y esmerada mentira, debo precisar.

Las leyes de la evolución debieron propiciarlo porque era conveniente a la reproducción y la supervivencia. Estoy refiriéndome a que han cultivado el engaño feliz, el arte del señuelo con buen fin, si prefieren este término. Maquillaje, tintes de cabello, tacones, hombreras, jeans elásticos, lápiz de ojos, carmín, barra de labios, pendientes, collares, medias, gasas, braziers de fantasía, pieles y colores llamativos y un largo etcétera de tipos de tejidos vistosos o picantones.

Los varones encantados, claro está. Desde la pintura hasta la moda y la música y las canciones dan fe del arte que engrandecieron esas visiones, y las magníficas emociones que suscitan. Nada que los hombres no sepamos y valoremos en grado sumo, como digo.

Sin embargo, jamás pensé que la transformación que puede darse en una mujer fuera tan enorme como la que me ha sucedido esta semana en el transcurso de unas pocas horas. Viernes y Sábado traté con un ser de luz en todo el amplio sentido de la palabra: alegría, belleza, espiritualidad, inteligencia, sensibilidad, educación, sensatez, verdad… Un ser celeste. Casi inimaginable. 55 años que parecían 35. Evangélica devota. Una vocación que me gustó verla practicar convencida. El resultado, ya se imaginarán. Mas feliz que un regaliz y expectativas mil. Sin dilación, nos comprometimos como pareja y cruzamos Bilbao de la mano y On Fire.

Pero el espejismo, duró apenas 6 horas. El tiempo que tardó el reloj en dar las doce y cambiar de jornada, y por tanto de arcángel protector. A las cero horas del domingo, el Uriel transformador del viernes, que aporta fuerza frentes a las adversidades, disuelve las complicaciones y fomenta la prosperidad y el arcángel sabatino Zadkiel, patrón de la libertad, diplomacia, compasión y misericordia, transmutador de lo negativo en positivo, dieron bruscamente paso a San Miguel, responsable de otorgarnos poder y fuerza bajo el color azul y con la espada por delante.  Aconteció la batalla de los sexo rediviva. Lo típico. La mujer llena de gracia tornó sin más ni más en el espectro de Siguanaba. Agresividad y desconfianza al por mayor, por razón de heridas amorosas anteriores y miedos. De no creer, créanme. Un ser de sombra, del que me obligué a alejarme en prevención de conflictos o males mayores. Lamento no poder ofrecerles las imágenes de semejante contraste en cada uno de los cuatro días que compartimos.

Permitan que les narre las autopresentaciones que hizo en cada jornada para que capten la transición de su imagen desde el blanco inmaculado al gris o negro rabioso.

Viernes. Pretensión: Construir una relación sana con una persona buena. Confesó tener trabajo estable y los papeles en regla. Ninguna necesidad especial. Ningún vicio reseñable.

Sábado tarde.  Mesura. Luminosidad. Esperanza en el futuro. Franqueza. Confiabilidad. Heridas emocionales curadas. Abstemia. Comedimiento al comer. Trato delicado. Calidez. Sociabilidad.

Domingo. Cero Horas.  Bloqueos y miedos varios. Dominancia. Imposición de comportamientos. Desconfianza. Estancia y empleos precarios. Ingresos mínimos. Nada de cama conmigo hasta la primavera y plan de matrimonio futuro.

Cortocircuitado, me plegué caballerosamente llevándola a su casa sobre las dos de la madrugada. No intercambiamos ningún mensaje de mañana. Y como quiera que estábamos en el 50%, me animé a reabrir la puerta a las estrellas apagadas enviándole fotos tomadas la víspera con el siguiente mensaje anexo por si sucedía el milagro de que retornara la luz:

  • La Izar Estelae. La mujer que me placería amar.

Ella hizo similar, templando ciertos malentendidos y quedamos en vernos el martes, día de Chamuel, ángel del amor, a fin de estimular la inclinación del fiel de la balanza definitivamente. Continuar o cesar..

Martes. Particularmente, me contagié de fe y busqué la protección del alado invocándole su intervención. Incluso recé la oración que le es propia:

“¡Oh, amor de dios, inmortal amor, envuelve todo en tu rayo y envía compasión desde las alturas para elevarnos hoy la plenitud de tu poder! Derrama los gloriosos rayos sobre la tierra y cuanto hay en ella”.

Ya ven qué gilipolleces masco siendo ateo; o agnóstico, a lo más. Pero créanme que lo hice. La posibilidad astral de recuperar al ser de luz bien lo merecía. Recé medio convencido, y pareció que fuera a resultar porque en la ciudad atestada encontré aparcamiento cercano cuando ya llegaba tarde a la cita. De no creer, el hueco libre que hallé.  Más pronto se deshizo el sortilegio. Nuevamente, hallé la sombra si bien intentaba tener luz y se expresaba con humanidad y humildad. Arribé decidido a comprobar la exactitud de sus afirmaciones, estilo de vida e intenciones, armado del test proyectivo de colores de Lüscher, uno de mis favoritos. Aceptó de buen grado la prueba del algodón y para alivio común, los datos corroboraron que no mentía. Me propuse, pues, abrir la suerte de darnos la segunda oportunidad.

Reconstituida, se lanzó con valor a descubrir heridas sentimentales recientes y penurias de difícil solución culminándolas con la descripción pormenorizada de antiguas y graves heridas corporales, algunas de las cuales, inesperadas -que no confesaré aquí- se me hicieron cuesta arriba, por estar lejos de lo que produce agrado físico en la pareja. Comparecieron, también, las mismas reticencias y desconfianzas del domingo agrandadas con indicios de celotipia. Normal. En los tiempos que corren nadie está libre de ellos. Escuché atento y asertivamente la letanía de deseos y frenos que expuso. La contención que exigía. El respeto a los ritmos y ritos del noviazgo. Condescendí en no tomarme a broma las creencias que profesa ni ironizar al respecto. Todo expuesto con detalle mientras se fulminaba tres vermuts acompañados de aceitunas. Sólo faltó que fumara. No en pipa, cual hizo el domingo, sino cigarrones. No fue el caso. Conste que los pequeños placeres los veo deseables y sanos. Pero la balanza de Benjamín Franklin susurraba en mi oído:

  • No es lo que buscas, ni te conviene.

Aún así, llamamos la atención besándonos reiteradamente y con lengua en un barucho concurrido de pueblo con muchas mesas y pocos metros cuadrados. Luego de dejar a Cenicienta agradecida del encuentro y satisfecha de palabras dando las diez de una gélida anochecida, recibo una docena de mensajes halagadoramente encabezados con la expresión:

  • Mi príncipe

Un día he necesitado de reflexión para concluir que debo finiquitar la incipiente relación. Enviarle un wasap diciéndoselo, con el máximo de cuidado del que soy capaz y con la promesa de hablarlo en persona cuando pasen estos festivos , estemos tranquilos y tengamos asumido que no partiremos peras:

  • Buenos días, Estela… Comentarte que he decidido no proseguir la relación. Veo que nuestras personalidades y circunstancias son demasiado diferentes. No funcionaría, pese a la buena predisposición de ambos. De verdad que lo siento. Después de las fiestas podemos hablarlo una tarde, si lo consideras adecuado. Guardo la mejor opinión de ti como persona y el máximo respeto. Gracias, Estela, por estos días de esfuerzo intentándolo con la mejor voluntad. Me alegra que tus proyectos vayan adelante. Creo que estás haciéndolo muy bien. Disculpa que, ahora, haya preferido escribirte en vez de hablarte.
  • Muy buen día, Xabier. Gracias por tus sinceras palabras. Ya yo sabía todo esto. No te preocupes. Primero, no me enviaste las fotos de los dos juntos y, después, ayer, te desconectaste. Luego, me preguntas que por qué estoy a la defensiva… Gracias por el “cariño” mostrado. Dios te bendiga y que cumplas tus proyectos.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                Nota al margen. Les recomiendo leer las oraciones que los evangélicos hacen a los arcángeles a fin de predisponerles a otorgar sus dones. Así como los colores y piedras preciosas, etc.. que distinguen a cada uno.